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El Telégrafo

Chile en la encrucijada

27 de diciembre de 2013

Después de ganar en la segunda vuelta electoral la presidencia de Chile para el período 2014-2018, Michelle Bachelet se convierte en la única mujer que ha llegado a la primera magistratura de su país por dos ocasiones -su primera elección fue entre 2006 y 2010-, de paso le propinó una derrota de proporciones a la candidata de la extrema derecha, Evelyn Matthei. Con la adhesión de casi dos tercios del electorado a su postulación, las cifras hablan por sí solas.

Empero, se acentúa ya no la duda, sino la convicción del descontento general del conglomerado social en referencia al sistema político imperante en la nación, de corte neoliberal; por principio inequitativo, subordinado a la inconsciencia de las oligarquías nacionales y extranjeras que es la herencia infame de la dictadura de Pinochet, y que la Concertación de los grupos de centroizquierda unidos durante dos décadas, ganando elecciones para generar gobiernos continuos, no pudo cambiar y con ello la brecha entre ricos y pobres se mostró ostensiblemente mayor cada día.

La abstención en los comicios que comentamos presenta una muestra fehaciente de ese pesar, más del 50% de los convocados a ejercitar su derecho al sufragio no lo hicieron, así los ciudadanos expusieron su insatisfacción con el estado de la república, especialmente en lo que dice relación con aspectos sociales importantes: educación, salud y pensiones, en suma, los derechos básicos para el desarrollo humano, que antes del putsch fascista de 1973 que derrocó a Salvador Allende existían en aceptables condiciones, de este aserto son testigos las generaciones que existieron y vivieron las épocas previas a la instauración de la tiranía pinochetista, causante de tanto dolor.

Hoy la presidenta socialista está frente al desafío de los nuevos tiempos, le sobra capacidad coraje y sana intención para solventar los cambios fundamentales que el mensaje subyacente de un pueblo generoso y sabio ha enviado en toda la línea, que no es otro que la urgencia de las transformaciones, no solo en lo humano, también sustancialmente en lo institucional, se concreten. El vetusto poder construido por los ‘Chicago boys’ y que aun, con todo lo envejecido de sus acciones y sus derrotas, no permite pasar la ilusión de vislumbrar los nuevos destinos de América Latina, en Chile puede ser demolido.

La potenciación del crecimiento económico que se exhibió como manifestación de progreso material de estos últimos treinta años deberá ser acompañado de políticas de bienestar en todos los órdenes, se cumplirán entonces las promesas y se satisfarán los anhelos perceptibles de la realidad de una población que entregó la ‘sangre y la esperanza’.

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