Chevron es, como empresa, la caracterización más genuina del imperialismo: una transnacional petrolera acostumbrada a aplicar los métodos típicos para ganar la mayor cantidad de dinero posible con los procedimientos más drásticos y agresivos que acerquen a sus insaciables ambiciones.
Es uno de esos pulpos de infinitos tentáculos, acostumbrado a depredar todo lo que se le ponga por delante y arrasar con normas y leyes, agredir soberanías y mancillar a quienes osen limitar su voracidad.
Con el nombre de Texaco primero y Chevron después, se situaron en la Amazonía y depredaron un extenso
territorio, incluyendo poblaciones enteras, provocando enfermedades, muerte y desolación.
La inicial chevronada fue menospreciar los efectos de su criminal operación, negarse a reparar los daños e ignorar el reclamo de sus víctimas, que se vieron obligadas a demandarla judicialmente.
La siguiente chevronada ocurre durante el proceso judicial, cuando la empresa imperial pretende manipular a su antojo las acciones, los tribunales, las resoluciones, apelaciones y resultados, en un juego perverso para chantajear a todos cuantos se les ocurra, tanto en Ecuador como en su país sede: los Estados Unidos, calculando dónde pueden sacar más ventaja de su terrible poder financiero.
Y como les va mal, porque los daños causados a la población y el territorio son evidentes e indiscutibles, aplican la última chevronada: invertir todo el dinero y poder necesarios para desatar su más reciente jugarreta, consistente en atacar, desprestigiar, agredir y desacreditar a Ecuador.
Aunque este conflicto dura un montón de años y se inició como reclamo de los pobladores amazónicos, su guerra agresiva la extienden a todo Ecuador, pretendiendo abarcar inclusive al gobierno actual y dar un tinte politiquero a su maledicencia, reclutando adhesiones en la extrema derecha de todas partes, incluyendo a elementos despreciables y apátridas de nuestro propio Ecuador.
Se juntan con la OXY para hacer causa común, unir fuerzas de la misma naturaleza y calaña e impulsar una guerra al más puro estilo imperial, pensando que les será fácil doblegar y aplastar a este pequeño país.
Las chevronadas se riegan por casi una docena de países y en todas partes pretenden imponer sus caprichos y prepotencias, utilizando su ilimitado poder fáctico y mediático, que se extiende y desparrama por todo el mundo.
Ahora toca al pueblo ecuatoriano levantarse, unirse y aprestarse a defender nuestra integridad, soberanía, respeto y dignidad.
Con seguridad contaremos con la solidaridad y apoyo de otros pueblos, en particular de nuestro propio continente sudamericano, latinoamericano y hasta segmentos importantes del pueblo norteamericano.
Más temprano que tarde demostraremos que somos capaces de resistir y vencer las chevronadas, por fieras que parezcan.