A los poderosos recursos económicos y artimañas usadas por la transnacional petrolera, en su empeño por quedar en la impunidad de los graves cargos de contaminación y destrucción ambiental por los que fue condenada en autoridad de cosa juzgada por la justicia ecuatoriana, Chevron agregó un frente interno integrado por la partidocracia traidora que sin remordimientos le firmó nomás el acta de conformidad con la falsa remediación del apocalíptico daño ecológico; así como por un ejército de tinterillos criollos bien pagados solo por el incondicionalismo de llevarles el portafolio a los abogados mafiosos de la multinacional.
A ellos se agregan los plumíferos apátridas contratados para tratar de justificar la más colosal depredación de nuestra naturaleza con el cinismo de que Petroecuador sería el responsable de los daños porque sus amos ya cumplieron con el Estado. Para contratarlos, la contaminadora se aseguró de que odien a muerte al Gobierno y hablen pestes de su sistema de justicia. Así lo hicieron, particularmente ese pintoresco sujeto que a su tiempo causó efecto demagógico preguntándose: “¿Dónde está la plata?”. Hasta que la encontró por miles y a manos llenas. Para él nuestra justicia es mala y corrupta solo porque no le da la razón a su protectora.
Y si de espionaje se trata, para la gigante nada mejor que hackear y espiar las comunicaciones del presidente Correa y su entorno; y con ese ‘trofeo’ en su poder buscar un par de sátrapas en territorio que se encarguen de armar el escándalo con la torpe amenaza de difundir datos reservados de sus víctimas y supuestos actos de corrupción si continúa la campaña ‘La mano sucia de Chevron’. Los amorales complotados no contaron con la decisión oficial de solicitar la inmediata investigación de este atentado a la inviolabilidad de las comunicaciones, infracción conocida por boca de los propios ‘denunciólogos’ que, por su odio al Gobierno, se convirtieron en tontos útiles de la petrolera.
Al momento los peritos evalúan el contenido de las ‘escuchas’ obtenidas mediante allanamientos actuados conforme a derecho, como tantos otros que se practican a diario; pero la prensa opositora pretende deslegitimar la diligencia alegando que se trata de un atropello a los derechos humanos, ofuscada en defender a los descalificados convertidos en estrellas de sus noticieros. Les llegará su hora en la celda de la sanción.