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El Telégrafo

Chávez sembró un liderazgo latino múltiple y colectivo

10 de marzo de 2013

La desaparición física de Hugo Chávez Frías ha supuesto una reflexión de doble vía: la de quienes creen que con su muerte se acaba el chavismo y se cierra un ciclo en la repolitización de la región; y la de quienes miden este lamentable acontecimiento como un paso más en la gestación de ese liderazgo múltiple y colectivo que vivimos (emocionados) en América Latina.

Como nunca antes, ahora hay mandatarios con un reconocimiento potente en cada país. Y todos ellos juntos exhiben una foto histórica: son hombres y mujeres de una tradición de lucha, con largos años de disputa con las hegemonías económicas y hasta de cárcel por afrontar esas responsabilidades históricas.

Estos días, en particular en la prensa privada, se ha hecho solapada y descaradamente un diagnóstico poco alentador del futuro de la izquierda latinoamericana, precisamente cuando más sólida se encuentra y cuando la derecha no sabe cómo afrontar su crisis y tampoco proponer salidas al supuesto “totalitarismo” sin otra promesa que dotar de todas las garantías al mercado para que ejerza la política. Y felices de la desaparición física de Chávez auguran una etapa de declive del liderazgo. Aquello semeja lo que hicieron los políticos conservadores con Simón Bolívar, Antonio José de Sucre y Eloy Alfaro. En esos tiempos pensaron que con asesinarlos o desterrarlos  desvanecían sus ideas.    

Los ciclos históricos prueban a diario que hay un sustrato político y epistemológico en cada pueblo que brota y se expresa en determinados hombres y mujeres para darle continuidad y sentido al legado de los libertadores. La muerte de Chávez es una pérdida significativa. Nadie lo duda. Hasta los que lo odian asumen como una derrota el no haber podido vencerlo en las urnas.

Quizá el tiempo explique mejor este momento, pero su desaparición no coloca en un abismo el desarrollo político y revolucionario de su país ni de la región. Ya hemos visto a Nicolás Maduro expresarse de un modo contundente, sólido, con un discurso conmovedor y con algunas ideas sugerentes. Con las salidas de la presidencia de Néstor Kirchner y de Lula no solo que se sustentaron y fortalecieron sus proyectos políticos sino que sus sucesoras le dieron un giro hacia ese lado femenino robusteciendo la tendencia. En Argentina y Brasil hay conciencia de que sus mandatarias no solo recogieron el legado de sus antecesores sino que sustentaron otra tendencia: en la izquierda hay cuadros, mujeres, que leen la realidad y entienden su responsabilidad concreta, desatando y  concretando la “liberación de la mujer” desde su propia casa y  ampliando su significado.

América Latina es quizá ahora el lugar del planeta donde más cambios, transformaciones y proyectos originales ocurren. Sin ninguna duda. Bolivia y Ecuador son escenarios para imaginar el buen vivir como un paradigma posible en otras partes del mundo. Y entre los mandatarios de esta región hay una sintonía, a pesar de ciertas diferencias, para construir sociedades más parecidas a los rostros de su gente que a los modelos que imaginaban los colonizadores de siempre.

Por eso es posible decir con absoluta vehemencia que ese liderazgo múltiple y colectivo no se diluirá en el corto plazo. El mismo proceso que vivimos irá gestando nuevos y más líderes para esta región, en distintas áreas y tareas.

El equipaje histórico dará paso y abrirá cauces, incluso, a otras expresiones para fortalecer la tendencia. Si algo deben aprender de este proceso la derecha y sus teóricos (analistas políticos y editorialistas) es que el devenir político no es un mandato divino ni nace en una chequera. Fraguar cambios, consolidar una estrategia de poder y garantizar una legitimidad democrática exige honestidad y un discurso claro en personas responsables y en movimientos políticos renovadores y renovados. Duele profundamente, como un corte en la piel, que Chávez desaparezca de la escena política. Su postura abrió una trocha enorme por la que ha sido más fácil para otros países y procesos consolidar sus estrategias.

Y por eso el dolor hay que transformarlo en aprendizaje, siempre. Imaginemos por un momento cómo se sintieron los ecuatorianos al recibir la noticia del asesinato de Eloy Alfaro y cuánto tiempo estuvieron refugiados en ese dolor sin encontrar respuestas para saldar con la historia esa pérdida. Cómo sufrirán aquellos que en algún momento planearon e imaginaron asesinar a Chávez. Ni en eso pudieron vencerlo. Basta ver los “comentarios” de los antichavistas ecuatorianos, que se asesoraron de sus pares venezolanos, en las últimas elecciones, para medir el impacto de una muerte digna, matizada por una gloriosa despedida, producto de su inmenso legado, cuya inspiración dará aliento para seguir luchando infatigablemente por la patria grande.

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