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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

Celebración

26 de junio de 2021

Me he quedado sorprendida con la respuesta de un amigo por el mensaje que le mandé por su cumpleaños. Dice que soy una de las pocas personas que le felicité y que le he causado mucha alegría. ¡Gracias a Dios que Facebook te hace acuerdo de las fechas de cumpleaños!

Mi madre tenía una libreta en la que anotaba todos los cumpleaños de sus seres queridos y se daba el trabajo de llamar rigurosamente a cada uno en el suyo muy temprano en la mañana. Hoy, que ella ya no está, trato de replicar su costumbre y encuentro que la gente reacciona muy agradecida por mis felicitaciones. Ya quisiera tener su libretita y acordarme de todos.

En tiempos antiguos el día del cumpleaños correspondía, con frecuencia, también con el día del calendario eclesiático del santo bajo el cual cada uno llevaba su nombre. La costumbre era celebrar lo mejor posible al festejado o festejada y las celebraciones consistían en enormes banquetes en que el o la homenajeada invitaba a amigos y familiares. Tan importantes eran los cumpleaños que en el campo y la ciudad se acostumbraba matar un animal –un chanchito o un borrego– para el festejo. Tuve la oportunidad de disfrutar de esas fiestas gastronómicas en casa de familiares y amigos. Me acuerdo con particular impresión de una “fiesta del mocho” en Cañar en la que al entrar a la cocina encontré a la dueña de casa, una bella y blanca mujer, con los brazos rojos de la sangre con la que embutía morcillas.

En los tiempos de la universidad en los Estados Unidos, mi primer cumpleaños fuera del Ecuador coincidió con el comienzo del semestre cuando recién empezaba a hacer amistades. Tenía mucha nostalgia de mi casa y de mi familia por cumplir años lejos del bullicio y del cariño con que se solía agasajarme. Decidí festejarme yo misma y procedí a invitar a unas cuantos amigos que a su vez trajeron otros amigos. Puse la mesa y, al ser yo una anfitriona sin experiencia, fui arreglando la mesa con todas las picaditas que había preparado y las dejé allí para que se sirvieran. Resulta que un par de invitados se situaron a los dos lados de la mesa y procedieron, ellos solos, a dar cuenta de todo lo que había. En la tierra del melting pot, cuando me acerqué a distraerlos para ver si lograba que dejaran de comer, me enteré de que estos jóvenes, además de glotones, era universitarios que también trabajaban por horas en un cementerio local... ¡Fue una celebración algo sui géneris!

En nuestra familia, mi querida hermana Pilar cumple años el 24 de diciembre. Cada año, cuando nos reunimos para la fiesta de Navidad, tenemos que estar pendientes de celebrarle a ella un rato antes que al Niño.

A pesar del comportamiento externo de algunas personas que manifiestan su deseo de no ser celebradas, en el fondo, para ellas, igual que para todos, los cumpleaños resultan ser momentos de gran carga emotiva. A algunas personas se les vuelve más difícil conmemorar su día de nacimiento a medida que avanzan en edad. Los cumpleaños hacen recordar a las personas tiempos pasados, pérdidas, cumpleaños anteriores más felices o simplemente el hecho de que la vida avanza con demasiada rapidez. Para la gente que les tiene cariño estas ocasiones son, en defintiva, la oportunidad de manifestar la alegría porque ese día vinieron al mundo a compartir su vida.

Para otras personas celebrar su cumpleaños y recibir felicitaciones es gratamente apreciado. En estos tiempos envejecer y, sobre todo, haber sobrevivido a la pandemia es ocasión para celebrar todos los cumpleaños con bombo y platillo. Por ello, y con todo el amor del que soy capaz, celebro con gran alegría el cumpleaños de mi marido hoy y le doy gracias a Dios por haberle permitido conservar su espíritu indoblegable con el que se aferró a la vida y seguir a mi lado.

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