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El Telégrafo

Carta a Santiago Roldós

26 de mayo de 2013

Hermano:

Este 24 de mayo se juntaron varias conmemoraciones, sensaciones y también recuerdos, pero por supuesto sentimientos y hasta dolores. Se cumplieron 32 años de la muerte de tu padre, el presidente Jaime Roldós Aguilera, 191 años de la Batalla de Pichincha y se posesionó para su nuevo periodo presidencial, de cuatro años, el actual Primer Mandatario, Rafael Correa. Y sin caer en el “conmemoracionismo” banal hay ocasiones en que solo juntar en un mismo día estas cosas puede que alguna quede menos sentida que otra, pero en realidad nos conlleva a pensar algo muy fuerte que el filósofo Emile Cioran lo puede explicar (o complejizar) de un modo profundo: “Todo lo que no es olvido, nos desgasta el alma”. Y añade algo que me lleva a escribirte: “¡Hay tantos hombres a quienes solo les separa de la muerte su anhelo por ella! En este anhelo, la muerte convierte la vida en un espejo en el cual poder admirarse. La poesía solamente es el instrumento de un fúnebre narcisismo”. Tras ver el documental, La muerte de Jaime Roldós, de nuestros comunes amigos Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera, he sentido estas palabras de Cioran desde una dimensión profundamente humana para entender cómo vos y tu familia, con todas las distancias, han podido sobrellevar el peso de una muerte y/o tragedia que nos ha sacudido a todos en todo este tiempo.

Te escribo, hermano, para sentirte mucho más cerca por todo lo que me ha provocado el documental de nuestros amigos Manolo y LisandraTe lo digo con franqueza: el documental me ha devuelto a esa poderosa fuerza que es el recuerdo y cómo el olvido puede ser el arma de muchos para no comprometerse con la vida y con la memoria. Al escuchar a Rafael Correa en su discurso del viernes al hablar de lo que habría sido el Ecuador si no asesinaban a tu padre (porque no tengo pruebas de que se cometió un delito, pero el documental me da todas las razones para pensar que sí) me he preguntado estos 32 años lo mismo desde otras percepciones para concluir en lo mismo: el accidente aviatorio fue la conclusión de un conjunto de acciones y hasta de estrategias para colocarnos en la más absoluta desolación y sostener, por muchos años, a aquellos políticos mediocres que solo fueron eficientes sirviendo a los más poderosos.

El documental me ha enriquecido el alma, desde el dolor pero con algo de esperanza. Al escucharte en tu relato siento, como si todo lo que dices también me pasó, no de modo directo, sino por lo que hicieron o dejaron de hacer nuestros “mayores”.

Te aseguro que ni Rafael Correa habría hablado del tema si no hubiese ido el domingo pasado a ver el documental en el OchoyMedio. ¿Te imaginas el poder que tiene el documental político, la labor de los cineastas y de los creadores, casi todos de nuestras generaciones cercanas, para hacer política desde otras sensibilidades y argumentos?

Las pocas veces que hemos hablado te he mirado a los ojos buscando toda la fortaleza de tu vida para sobrellevar un compromiso enorme con tus muy sólidas convicciones, sin pensar que lo ocurrido con tus padres haya hecho de vos un hombre desligado de todo lo que ellos soñaron para sus tres hijos.

Te escribo, hermano, para sentirte mucho más cerca por todo lo que me ha provocado este documental. Y con ello, por fuera de cualquier formalismo, también comprometerte para que ese olvido no nos embargue en nada, para que la vida que compartimos, por lo menos en este espacio geográfico llamado Ecuador, sea un espejo en el que podamos admirarnos con la memoria que nos ilumina.

Con un fuerte abrazo me despido hasta volver a verte a los ojos con el afecto de siempre.

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