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El Telégrafo
Mariana Velasco

Carentes de óptica cívica

30 de marzo de 2022

La sociedad se hizo añicos y guardamos silencio ante nuestra comodidad para exigir a los funcionarios públicos, trabajar en defensa de los intereses ciudadanos y de sus electores. Desde hace 15 años la Asamblea no deja de sorprendernos con sus acciones reiteradas que confirman su mala fe e incompetencia. De levanta manos a estranguladores del poder Ejecutivo. Lo último:  noventa y nueve asambleístas subastaron el honor y la justicia con la repudiable y repudiada amnistía. Nada dijimos y poco hicimos. ¡Vergüenza total!

Un poder ejecutivo arrinconado, chantajeado, sin capacidad de acción y cubierto de teflón que parece no comprender que todo es para ayer. La pérdida acelerada del capital político que acumuló tras la campaña de vacunación, es una crónica anunciada. La carencia de operadores políticos, deplorable comunicación de su gobierno y la poca conexión con los ciudadanos, son mechas peligrosas para cualquier gobernante.   

La ley permite tomar al toro por los cuernos y el ejecutivo debe asumirlo.  Si el señor Lasso quiere trascender, no puede excusarse en manifestar que no le dejan gobernar. Tiene la obligación cívica de tomar decisiones sin dejar de reconocer que es un riesgo calculado. De no hacerlo, los tres años y meses que le quedan, vivirá enclaustrado e hipotecado a los voraces politiqueros mientras, mayor será la frustración ciudadana, alimentada por la impunidad, corrupción e ineptitud.

Las denuncias presentadas en las últimas horas en contra de algunos asambleístas, trae positiva brisa para aclarar los hechos que reflejan intenciones de honestidad del presidente y como ejemplo de ética no selectiva, debería solicitar a los organismos de control (Fiscalía, SRI, UAFE), investigar los movimientos económicos de todos los asambleístas, caso contrario sonaría a vendetta por no haber logrado la aprobación del Proyecto de Ley Orgánica para la Atracción de Inversiones. El anuncio de juicio político al Presidente de la República por parte de la Asamblea, no tardó.

Tampoco es nuevo que la mayoría de partidos, movimientos políticos y legisladores a espaldas de sus militantes y electores,’’ chantajeaban al gobierno pidiendo prebendas a cambio del voto para leyes primordiales para el desarrollo del país’’. Lo dice un ex vice presidente de la República. ¡Por supuesto!, no es nuevo ni es consuelo. El país debe reflexionar en lo que implica cumplir un deber asumido desde el presidente hasta quien realiza las tareas más sencillas. Enarbolar la bandera de la honradez material e intelectual, es nuestro deber, solo así podremos salir del hoyo negro. El drama que hoy vivimos debe llevarnos a diseñar una agenda nacional.

Mientras, distraídos en todos estos entuertos, los creadores de este gigantesco deterioro cívico, trabajan a sol y sombra para agigantar el caos y regresar al poder. El encantador de serpientes, cachiporrero y amanuense del desastre, junto a sus secuaces, siguen paso a paso la hoja de ruta trazada que llevan a laberintos, a la irracionalidad, al irrespeto de formas y fondo. Los abuelos solían decir que cuando todo está podrido y corrompido, se aprecian mejor la verdad, la pureza, honestidad, el decoro o la decencia.

 

En medio de la euforia de la subida del precio del petróleo, que mejoran las perspectivas de ingresos fiscales, dirigentes de varias organizaciones sindicales, sociales e indígenas, expresan su rechazo a las leyes aprobadas y otras planteadas por el gobierno. Como si una mejora coyuntural de precios, que oscilan minuto a minuto, pueda financiar un gasto permanente. Sin embargo, la Asamblea, procedió al reparto de ilusorias futuras rentas. Un alza fuertísima a los maestros.  El veto se impone.

Después de dos años de pandemia que obligó al confinamiento completo, de a poco, la humanidad, gobiernos y ciudadanos intentan levantar cabeza para pensar más allá de la coyuntura y entender que para superar la crisis hay que apostar por políticas públicas racionales que sean adoptadas con el consenso ciudadano para tener más trabajo y menos pobreza lacerante en el Ecuador.

Somos un país pequeño y mal gobernado. No tenemos grandes inversiones; hay que dar más incentivos que los vecinos a fin de que el inversor prefiera venir acá, ya que los estímulos son inversamente proporcionales al grado de desarrollo. De forma simultánea, se debe persuadir al pueblo -con una eficiente comunicación- para que los capitales extranjeros y/o nacionales que están en los paraísos fiscales, retornen al país  para elaborar proyectos productivos y empleadores.

Lo vemos, sentimos y duele. Miro perpleja que Ecuador se cae a pedazos frente a la impasividad colectiva. Ya nada nos sorprende. Navegamos en aguas turbulentas y muy poco hacemos para enderezar el timón o variar de rumbo. Ya no percibimos los olores nauseabundos que permean el ambiente. Hoy se mata con saña, con astucia, a sangre fría.  Nadie está a salvo. No hace falta razón. La vida ha dejado de ser el milagro cotidiano de mayor valor. Los barrios son inseguros, las calles una trampa y las carreteras una incógnita.

El comportamiento ético es, ante todo, una decisión individual pero al tratarse de conductas sociales y colectivas es necesario propiciar mecanismos que creen condiciones para frenar la falta de ética profesional en decisiones y comportamientos especialmente en la conducta de personas públicas o con acceso a poder. Las consecuencias son nefastas para todos. Mientras la vivencia de una ética de la subsidiariedad, considera que los problemas sociales deben ser resueltos, por la propia sociedad, gracias a la acción responsable de sus miembros y sólo cuando ésta no sea posible, deben actuar los poderes públicos, buscando siempre, en primer término, que sean los grupos sociales quienes puedan afrontar los retos del presente.

Hay voces que afirman que Ecuador necesita redentores, ¿Los tenemos? Claro que sí. Unos conocidos, otros cubren la retaguardia. Hay mujeres y hombres capaces y dispuestos para frenar el acelerado descenso del país y presentar caminos de enmienda, solución y bienestar nacionales; pero nos hemos vuelto cicateros con nuestro tiempo, ajenos a lo público, endiosados en lo individual, carentes de óptica cívica que apunte al más allá.

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