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El Telégrafo

Campeonato de ansiedad

29 de noviembre de 2012

Oro en boleta, tener una entrada para ver Barcelona-Olmedo representa una mercancía suculenta que da poder, honor y orgullo, caminar con ese papel empuñado o bien resguardado en el bolsillo es un pasaporte al antídoto más puro y efectivo contra la ansiedad.

A Octavio no le importó dormir sobre piedras afiladas, que el respaldar de su espacio destinado para la “ruca” era un muro cubierto de grafitis con fétido olor a orina, parte de su ADN le indicaba que esta peregrinación deportiva es una doctrina aferrada en sus genes. No es sacrificio, es una obligación cargada de satisfacciones.

Juana Beatriz lleva cerca de 13 años escuchando a su padre lamentarse, no porque Barcelona no haya salido campeón, sino porque ella no ha podido disfrutar de todo lo que envuelve y encierra un título de este equipo.
“La verdad no sé si quiero que gane Barcelona, más por el equipo en sí o para que mi papá deje de repetirme el mismo berreado y abombante discurso”, señala Juana Beatriz con una expresión que desinfla su rostro a ritmo veloz.

Las calles que rodean el estadio de Barcelona han tenido por años el mismo coro, un desafinado fondo musical que repite: “Compro boletos”, “Lleve su general”, “Tengo entradas”... tan poderosa es la desafinación con que repiten este estribillo como la enigmática pregunta que nos hacemos para averiguar de dónde carajo sacan las entradas.

Uno de estos “cantores” es Gabriel, dedicado al oficio por herencia. Su padre solía vender boletos para los partidos en los que Uquillas inflaba redes por Barcelona, antes su abuelo había recorrido una polvorienta calzada del estadio Modelo ofreciendo las entradas para ver en acción a “Pepe” Paes y “Cepillo” Peláez.

29-11-12-deportes-hinchasGabriel creció al tono de su familia voceando venta de entradas como canciones de cuna, en todos esos años nunca pensó estar preparado para lo que experimentó con su integridad hace un par de días. Ya con risa y algo más relajado lo cuenta entre los miembros del Sindicato de Revendedores del Guayas (quienes ahora lo bautizaron como Alfaro... y no por el futbolista).

Los furiosos ríos humanos que envolvían el estadio Monumental exigían a grito ronco que les vendan entradas, había rostros que se desdibujaban al demandar un boleto, la calma se estaba yendo ya por el retrete, no había versión oficial de las entradas al partido de Barcelona, solo ansiedad y euforia que ya no era sana, era caótica... Con este escenario bien sellado en el estadio, Gabriel decidió pasearse por entre las hileras que parecían trenzas mal hechas de personas, de pronto sintió miradas tóxicas, cuellos que giraron como coreografía bien programada de Pina Bausch al verlo pasar.

Era perceptible, todos apuntaron sus miradas y frustraciones al denso equipaje que llevaba en sus manos, Gabriel tenía un ramillete de entradas en su mano, por lo menos 80 boletos... Al grito de: “Él tiene las entradas” todo se volvió infernal, el pobre revendedor fue zarandeado de un lado a otro como péndulo que viaja a mil por hora. Las entradas fueron arranchadas y Gabriel arrastrado, su honor había sido linchado. La ansiedad, caos y desesperación pudieron más.

La desesperación de Álvaro para conocer de qué manera sería la celebración de Barcelona si quedaba campeón llegaba ya a niveles clínicos, había diseñado ya nueve planes de cobertura para la transmisión del canal al cual presta servicios como productor general. Las reacciones humanas son impredecibles y había que tener cámaras atentas a cualquiera de ellas. No sabía para dónde apuntar, pero había que estar listo. Esta antesala al posible título tenía a Álvaro con algunos sobregiros a sus horas de dormir, estaba debiendo tiempo de sueño a granel y le era imposible conciliar sueño sin -¿ya lo saben, verdad?- vencer la ansiedad.

El productor sincero piensa solo en la obra final para el televidente, no en su ego. Quiere que del otro lado se vea todo, que nadie se quede sin apreciar la realidad. Así vive Álvaro su trabajo.

Y así les afecta a tantos ese detalle que nos genera cosquilleo interno, mareos, respuestas emocionales o carácter explosivo, comportamientos poco ajustados y escasamente adaptativos. Al final del proceso todos esperan obtener lo que anhelan. Mientras Barcelona busca lo suyo, gran parte del Ecuador juega aparte su propio campeonato mundial de la ansiedad.

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