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El Telégrafo

Caminos para animales

20 de octubre de 2013

A diferencia de los humanos que buscamos “asentarnos” para vivir mejor, los animales silvestres -en su gran mayoría- necesitan de mucha movilidad para bien vivir; empero, bajo el concepto de desarrollo que nos hemos impuesto, aquello se les limita cada día más, lo cual incide directamente en desmejorar sus condiciones de existencia y en su extinción.

El Sumak Kawsay no se está aplicando a los animales silvestres, acorralados en escasos  remansos de bosques no útiles para la agricultura o ganadería y acosados por la cultura depredadora que tenemos, que instintivamente nos motiva a capturar o matar un animal silvestre apenas lo vemos. Es claro que podemos hacer mucho por rescatar la vida silvestre y convertirla en el gran motor de un turismo de naturaleza, que tiene mucha demanda, paga muy bien y es altamente inclusivo,  beneficia a todos, pero especialmente a los campesinos, mejorando sus precarias condiciones de vida que están en un círculo vicioso de pobreza-depredación-más pobreza.

La falta de conocimientos y capacitación al campesino para darle valor agregado a su producción agrícola-ganadera, hace que trate de apoderarse de la mayor cantidad de terreno que le sea posible, como esperanza para mejorar su vida, lo cual se evidencia en los páramos y áreas protegidas, que son sistemáticamente invadidas por su ganado, como paso previo a la quema del pajonal o tala de los bosques para sentar derecho sobre esas tierras, que ya arrasadas solo sirven para una pobre agricultura y precaria ganadería, que no lo saca de la pobreza económica y lo hunde en  la pobreza ecológica.

Si queremos que la maravillosa y exótica flora y fauna ecuatorianas sobrevivan y sean un recurso turístico en todo el Ecuador, se debe frenar la tala de nuestros bosques, la exportación de madera, desalojar las áreas protegidas y legislar para que desde ellas se dejen corredores de bosques que las unan entre sí y permitan la movilidad de las especies por todo el país.

Franjas de 10 metros a los filos de las carreteras y en las divisiones entre propiedades rurales y de 20 metros a las orillas de los ríos, destinadas a caminos de los animales, en pocos años permitirían que la vida silvestre se recupere y convierta en un gran atractivo turístico, fuente de muchos negocios, pero esencialmente en sustento digno y generoso de los campesinos, que al talar un árbol o matar un venado reproducen la maldición de “comida para hoy y hambre para mañana”.

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