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El Telégrafo

Cambalache politiquero

27 de octubre de 2012

Al mirar en estos días la feria de los politiqueros de siempre recordé, qué descubrimiento, al viejo tango Cambalache, de Enrique Santos Discépolo, de 1934: “El mundo fue y será una porquería  / ya lo sé  / en el quinientos seis  / y en el dos mil también”. Peor aún, al conocer que tuvo que improvisarse una segunda fila para que entraran todos en la foto: “Que siempre ha habido chorros  / maquiavelos y estafaos  / contentos y amargaos  / valores y dublé”. Porque la letra del tango es un escenario de azar insolente, de confusión de valores, según refiere Pierre Vidal-Naquet.

Volviendo a los mentados políticos, si por acá se encontraba el que huyó en helicóptero por no morir en el intento haciéndole un guiño a la esposa del enviado de Dios, por acullá levantaba la cabeza el agrio de la tierra del guaytambo: “Vivimos revolcaos  / en un merengue  / y en un mismo lodo  / todos manoseaos”. Por el otro costado aparecía el antiguo banquero, el que visita todas las tiendas del barrio, y levantaba la mano otro con ropaje camuflaje. Ahí nomás siguió la canción: “Hoy resulta que es lo mismo  / ser derecho que traidor  / ignorante sabio o chorro  / generoso o estafador”.

Y claro, nuevamente la insistencia desde afuera: “Todo es igual  / nada es mejor  / lo mismo un burro  / que un gran profesor”. Como si el país tuviera que, por enésima vez, soportar a quienes ya se creía enterrados: “Si uno vive en la impostura  / y otro roba en su ambición  / da lo mismo que sea cura  / colchonero rey de bastos  / caradura o polizón”.

Porque en eso de los cambalaches, como dice el filósofo del tango, se mezcla la vida: “Qué falta de respeto / qué atropello a la razón  / cualquiera es un señor  / cualquiera es un ladrón”. Como si no recordáramos la historia de los grandes productores que, tras largos años, tuvieron sus propios bancos y después devinieron  empresarios de la comunicación. Los mismos -y sus cómplices- quienes se llevaron al país en andas hasta sus propias bodegas, “porque el que no llora no mama y el que no roba es un gil”, parecería decirnos para quienes no pagan los impuestos.

El final del tema es de antología: “Es lo mismo el que trabaja  / noche y día como un buey  / que el que vive de los otros  / que el que mata que el que cura  / o está fuera de la ley”. Como si el país tuviera más tiempo para perder el tiempo. En Quito, en sus calles que hablan, hay un grafiti: “Lasso: Alvarito tuneado”.

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