Al mirar en estos días la feria de los politiqueros de siempre recordé, qué descubrimiento, al viejo tango Cambalache, de Enrique Santos Discépolo, de 1934: “El mundo fue y será una porquería / ya lo sé / en el quinientos seis / y en el dos mil también”. Peor aún, al conocer que tuvo que improvisarse una segunda fila para que entraran todos en la foto: “Que siempre ha habido chorros / maquiavelos y estafaos / contentos y amargaos / valores y dublé”. Porque la letra del tango es un escenario de azar insolente, de confusión de valores, según refiere Pierre Vidal-Naquet.
Volviendo a los mentados políticos, si por acá se encontraba el que huyó en helicóptero por no morir en el intento haciéndole un guiño a la esposa del enviado de Dios, por acullá levantaba la cabeza el agrio de la tierra del guaytambo: “Vivimos revolcaos / en un merengue / y en un mismo lodo / todos manoseaos”. Por el otro costado aparecía el antiguo banquero, el que visita todas las tiendas del barrio, y levantaba la mano otro con ropaje camuflaje. Ahí nomás siguió la canción: “Hoy resulta que es lo mismo / ser derecho que traidor / ignorante sabio o chorro / generoso o estafador”.
Y claro, nuevamente la insistencia desde afuera: “Todo es igual / nada es mejor / lo mismo un burro / que un gran profesor”. Como si el país tuviera que, por enésima vez, soportar a quienes ya se creía enterrados: “Si uno vive en la impostura / y otro roba en su ambición / da lo mismo que sea cura / colchonero rey de bastos / caradura o polizón”.
Porque en eso de los cambalaches, como dice el filósofo del tango, se mezcla la vida: “Qué falta de respeto / qué atropello a la razón / cualquiera es un señor / cualquiera es un ladrón”. Como si no recordáramos la historia de los grandes productores que, tras largos años, tuvieron sus propios bancos y después devinieron empresarios de la comunicación. Los mismos -y sus cómplices- quienes se llevaron al país en andas hasta sus propias bodegas, “porque el que no llora no mama y el que no roba es un gil”, parecería decirnos para quienes no pagan los impuestos.
El final del tema es de antología: “Es lo mismo el que trabaja / noche y día como un buey / que el que vive de los otros / que el que mata que el que cura / o está fuera de la ley”. Como si el país tuviera más tiempo para perder el tiempo. En Quito, en sus calles que hablan, hay un grafiti: “Lasso: Alvarito tuneado”.