La camanchaca es una niebla muy espesa que aparece de vez en cuando entre los valles andinos; una niebla que no es blanca, que es negra, que es oscuridad. La camanchaca es densa, penetra los pulmones y te asfixia. En la camanchaca se pierde el sentido de la orientación, no ves, no sabes dónde estás y no puedes respirar.
Y es precisamente esa ola de inestabilidad e incertidumbre que viene sacudiendo a América Latina, y a la que han denominado “brisa bolivariana”, el “golpe de la derecha” o “el proceso desestabilizador”, que nos impide ver y analizar a profundidad lo que está ocurriendo, más allá de las teorías conspirativas o de los deseos de algunos líderes políticos.
Los altos grados de movilización y violencia muestran como principales puntos de análisis la crisis de los partidos políticos, del sistema representativo y del sistema presidencialista.
Por varios años, la democracia no ha logrado satisfacer las necesidades de los ciudadanos latinoamericanos. Esa insatisfacción se ha traducido en apatía y desinterés social, lo cual ha allanado el camino para el surgimiento del personalismo caudillista. Ello ha permitido el surgimiento de líderes autoritarios, aferrados a una representación desentonada y a una democracia mal estructurada.
La crisis del Estado en América Latina ha sido un problema histórico. Los Estados han sido incapaces de coordinar al conjunto de instituciones hacia un proyecto de nación viable, lo cual los ha vuelto ineficaces.
Los últimos acontecimientos demuestran la necesidad ciudadana de generar cambios en el rumbo político y económico. Ello nos obliga a un análisis detallado que evite resultados futuros impredecibles y trágicos.
La región necesita pensar en la creación de nuevos modelos de desarrollo que sintonicen con los nuevos públicos de la sociedad actual. La reacción de los gobiernos en los próximos días permitirá conocer si se logra despejar esa espesa niebla que se ha posado sobre la región. (O)