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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Café 78

04 de abril de 2015

En 1966 una pareja de recién casados, identificada, además de su mutuo amor en valores e ideología, empezó a soñar en un local que sirviera como espacio de reunión para los intelectuales del puerto. Se inspiraba en el Café 77, que desde Quito nucleaba a jóvenes escritores y artistas que, desde el movimiento tzántzico y sus principales figuras: Agustín Cueva, Fernando Tinajero, Alejandro Moreano, Antonio Ordóñez, Raúl Pérez, Humberto Vinueza, y muchos otros, a través de sus conferencias y recitales, irrumpía con un discurso nuevo y de ruptura en la cultura del país.

En Guayaquil la realidad era diferente -siempre lo es-. Salíamos de una dictadura caracterizada por la persecución a cuanto pareciera de izquierda. Los intelectuales porteños estaban dispersos; el conocido dirigente Enrique Gil Gilbert narraba que, cuando salió de prisión, antiguos amigos se cambiaban de acera para no saludarlo. Había temor y recelo. La CIA dirigió a esos dictadores, en medio de la campaña global contra la Revolución Cubana y su temido ‘contagio’.

Fue así que, reuniendo los pocos recursos de una familia en formación, en septiembre de ese año se inauguró el Café Galería 78, en homenaje al inicial quiteño. Durante dos años se mantuvo una actividad constante: conferencias, recitales, conciertos, teatro, cine y exposiciones plásticas, que aglutinaron a la mayoría de actores culturales. Hubo incluso un programa radial semanal transmitido desde la galería, situada en  la 9 de Octubre -pleno corazón de la urbe-. Imposible nombrar a todos: Enrique Gil, Ángel F. Rojas, Aurora Estrada, Hugo Mayo, Jorge Pérez Concha, los ‘Antonios’ del Campo, Pedro Jorge Vera, Adalberto Ortiz, Wálter Bellolio, Pipo Martínez,  Carlos Eduardo Jaramillo, Nani Cazón, Alba Calderón, Jorge Swett, Solá, Tábara, Ricaurte, Moré, Villa, Kily Gil, Beatriz Parra, Bernard Fougeres, Jenny Estrada, Hugo Salazar, Villafuerte, Yaulema, Carreño, Zúñiga, Jacinto Santos, Isabel Huerta, eran ‘habitúes’ del Café y muchos desarrollaban, desde él, actividades literarias y artísticas. Fue un lugar incluyente al que concurrían Pedro Saad y el sacerdote Beauger. Casi todos los intelectuales que llegaban a la ciudad lo visitaban: Jorge Icaza, Demetrio Aguilera, Nelson Estupiñán, G.H. Mata, Ariel Canzani, de Argentina; León Ocqueteaux, de Chile; Agustín Cueva -que inauguró la hora radial-, el español Vital Alzar, que exhibió en el Café la bandera de su expedición pintada por Dalí. En Manabí, Horacio Hidrovo fundó el 79. En su primer aniversario, Benjamín Carrión, Fernando Tinajero y Hernán Rodríguez lanzaron sus obras. Benjamín dijo entre firma y firma de libros: “Esto es lo que yo quería para la Casa”.

Recibimos apoyos, pero afrontamos muchos problemas. La inexperiencia casi nos lleva a la quiebra y el sueño de Juan Hadatty y Melania Mora concluyó. El Café quiso contribuir a crear un ambiente progresista entre los intelectuales y el público, y dinamizar el mundo cultural. Hoy evocamos con nostalgia esa etapa, en la que muchos tuvimos la droga que canta Euler Granda: “la maravillosa de la juventud”. (O)

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