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El Telégrafo

Broma de mal gusto

17 de octubre de 2012

El premio Nobel de la Paz para la Unión Europea (UE) es un calmante de corta duración, mientras algunos de sus pueblos viven el dolor de una crisis económica y financiera que puede ser mortal.

En la noticia, que nos cayó como una broma de mal gusto o una tomadura del pelo, se decía que el Nobel de la Paz 2012 reconoció los “esfuerzos exitosos” durante seis décadas de la UE por la paz, la reconciliación, la democracia y los derechos humanos en el viejo continente. Ayer fue Barack Obama y hoy la Unión Europea. Algo como para ponernos a pensar en serio.

La pregunta es obvia y sencilla: ¿Cuál es la paz que impulsa la Unión Europea para merecer este premio? Puede haber algunas explicaciones detrás de la decisión de otorgarle un premio a un organismo que hoy se ocupa de manera desesperada por salvar los muebles del desastre generado por los paquetes neoliberales aplicados en varios de sus países.

A diferencia del premio, lo que sí está muy claro es que Europa está en medio de una crisis, y los “mercados” presionan cada vez con mayor intensidad por una nueva aplicación de las ya viejas políticas neoliberales: ajustes fiscales y más privatizaciones de los servicios públicos. Los PIGS (grupo de países conformado por Portugal, Irlanda, Grecia y España) ejemplifican esta tendencia cuyo desgaste los ha llevado a un callejón sin salida. El Banco Central alemán sigue dirigiendo la política económica europea con más “soluciones” dogmáticas; es decir, algo que incluso suena paradójico: una salida neoliberal a la crisis del neoliberalismo.

La Unión Europea ha asumido una política económica híbrida, basada en un intervencionismo regresivo y en un neoliberalismo con esquemas de mercado libre y reglas derivadas de estructuras de poder. Con la aplicación de esa lógica cerrada, es poco probable que la recuperación europea se desenvuelva sin tropiezos, y peor aún que se vea estimulada por una expansión significativa del consumo de los hogares.

Los esfuerzos desplegados hasta el momento para reordenar las finanzas mundiales son insuficientes. Sin embargo, Europa parece continuar empecinada en salir de la crisis usando las viejas y desgastadas recetas ortodoxas, que agravan más al enfermo y producen un gran deterioro social.

El futuro es incierto y por el momento no hay claridad en las previsiones. Las políticas de austeridad no han tenido el resultado esperado y la caída de la demanda mundial reduce las perspectivas de recuperación en términos de crecimiento económico.

Por eso no deja de sorprendernos la noticia del premio Nobel de este año, que parece reconocer la lucha histórica con fines de lucro y desconocer el retroceso social provocado por la crisis capitalista.

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