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El Telégrafo

Barack “Kissinger” Obama

15 de febrero de 2013

Fue electo en  2008 como consecuencia evolutiva de una masa votante asqueada de ocho años de George W. Bush y la “guerra contra el terrorismo”. Una administración donde se aprobó el Patriot’s Act, que permitía al Gobierno de EE.UU. hacer desde invasiones injustificadas hasta encarcelamientos indefinidos. Y el abuso de estas potestades los llevó a la ocupación de Afganistán e Irak y a la violación de cuanto organismo internacional se le puso por delante, incluyendo al Consejo de Seguridad de las NN.UU.

Entonces Barack Obama llegó con su discurso disidente y su propaganda de cambio. Una retórica de cambio, que lo llevó a viajar hasta Medio Oriente a negociar -y fracasar en el intento- un acuerdo de paz entre Israel y Palestina. Todas estas buenas intenciones le valieron, entre otras cosas, un premio Nobel de la Paz, el cual parece que viene siendo hora de que lo devuelva.

Porque esas promesas de revertir la política internacional de los EE.UU., de cambiar esa imagen ganada a pulso de invasores y “bullies” internacionales, ahora es una traición al electorado que le dio la reelección. Ya no se ha limitado la intervención a las incursiones armadas, sino que se ha reforzado a través del uso de drones (aeronaves no tripuladas) para atacar blancos “presuntamente terroristas” en Medio Oriente. 2.400 muertos solo en Pakistán desde 2004. Lo cual supone una especie de “mata y no captures”, ampliada a “mata y no preguntes”, si examinamos a profundidad las discrecionalidades en las que caen al momento de determinar qué blancos serán atacados.

551 civiles asesinados con drones en Pakistán, Yemen y Somalia, ninguno de ellos con la posibilidad de un juicio o los derechos a la defensa que tendría cualquier ciudadano americano si es acusado de terrorista. Aunque eso tampoco es garantía de nada: en Yemen una de las víctimas era estadounidense. Esto como consecuencia de una regulación que no obliga a tener más prueba que la presunción de terrorismo y una manipulación del lenguaje, a partir del cual cualquier persona en la zona de impacto de los ataques de estos drones seguramente debe estar “tramando algo”, lo cual la convierte en militante.

Esto se conjuga con el gran poder que tiene Obama en estas decisiones en un estado de guerra perpetua que, en su defensa, fue aprobado en 2001 por el Congreso (con el voto de Hillary Clinton, y por el cual Obama, quien votó en contra, pudo tomar la postura moral superior que le permitió ganar las primarias en  2008). El presidente Obama dejó el discurso de cambio. Ahora se acerca cada vez más a Kissinger.

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