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El Telégrafo

BananaLeaks o la muerte del periodismo

01 de febrero de 2013

Es una mezcla perversa de mala fe, mediocridad y clandestinidad seudorreaccionaria. La perpetuación de vendettas personales a través de medios de comunicación que crean nubes de humo, en detrimento de lo verdaderamente importante. No es solo la publicación de una mentira, de una falta de fuentes, de una ética desprolija y dudosa; es la manera en que los medios se hacen eco de falacias y multiplican lo que el sentido común manda a investigar. BananaLeaks es, simplemente, el corolario de una actitud, de un mecanismo de reproducción mediática de la bilis que derrama su incapacidad de crítica.

A principios de semana, BananaLeaks publica una noticia en la que denuncia dos cuentas secretas en Suiza del presidente Correa, en las que, sugería la noticia, se habían hecho depósitos permanentes. La nota incluía el número de cuenta, una serie de declaraciones anónimas y las conclusiones del caso. Ninguna fuente relevante, ni un ápice de investigación, ni la insinuación de veracidad y objetividad.

Pero en sí la página web, encubierta en el anonimato, no parece ser sujeta de los estándares del periodismo. Al parecer, tampoco los medios nacionales que, sin más investigación y contraste que el propuesto por BananaLeaks, reprodujeron la noticia.  Eventualmente, con un mínimo de indagación, se desmintió la noticia. Nadie, hasta ahora, ha rectificado. El orgasmo de la primicia ya tiene su nuevo escándalo.

Yo creo en la capacidad crítica de los medios, en un fiscalizador ciudadano, en un increpador, en un denunciador y cuestionador del poder. Creo en una serie de valores que respalden esta postura. Desde la oposición mediática se ha creado ese imaginario del caudillo totalitario y dictatorial. De una realidad de libertades constreñidas y poderes corrompidos. Es su creación. Es una creación que nace de su incapacidad crítica. De generar una verdadera fiscalización social, un contrapeso al poder gubernamental.

Es una voracidad superficial que le da bríos al poder. Es una malicia y una vulgaridad mediática que genera una duda constante, un cuestionamiento direccionado a los que, cada día más, terminan justificando el “sicariato de tinta”. El candidato Correa no necesita de argumento, no necesita de réplicas. La prensa privada, aquella que se jacta de su independencia, aquella que despotrica en contra de los medios públicos, aquella que llama al “despertar del pueblo ante las arbitrariedades del dictador”, cae en un letargo de intereses que se manifiestan en la superficialidad del odio. En el autoritarismo de justificar los medios por el poder que nace de tener dinero para poseerlos. Es la muerte del periodismo; una larga década de agonía y autoflagelación.

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