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El Telégrafo

Baltasar Garzón y el juicio penal contra Pinochet

21 de junio de 2012

En estos días en los que se encuentra en nuestro país el ex juez español Baltasar Garzón, conviene traer a la memoria su valiente protagonismo en el arresto y enjuiciamiento del ex dictador chileno Augusto Pinochet.

Como se recordará, el 11 de septiembre de 1973, una camarilla de generales, liderada por Augusto Pinochet, derrocó el gobierno constitucional de la Unidad Popular, presidido por el Dr. Salvador Allende e inauguró una era de terror, que se prolongó de 1973 a 1990.

Pinochet, admirador del dictador español Francisco Franco, organizó y lideró la llamada “Operación Cóndor”, un plan delictivo creado dos años después de instalada la dictadura fascista, con el propósito de establecer vínculos con sus similares de la región y realizar operaciones conjuntas para exterminar la subversión comunista. Entre 1976 y 1981, Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay sobresalieron por el terror y la represión brutal. Los crímenes eran globales. Se los cometió tanto en Chile como en el extranjero.

El ex canciller chileno Orlando Letelier y su secretaria estadounidense volaron en pedazos en Washington por un atentado dinamitero. En Buenos Aires fueron asesinados el ex jefe del Ejército chileno, general Carlos Prats, y su esposa. Testimonios de la época reportaban 30.000 desaparecidos durante la dictadura militar argentina (1976-83). La desaparición es la forma psicológica más cruel que soportan los seres queridos.

Por el mismo tiempo fallecieron coincidentemente, en “accidentes aéreos” similares, líderes con posturas nacionalistas: el comandante en jefe del Ejército peruano, general Rafael Hoyos; el general Omar Torrijos, batallador por la soberanía del canal de Panamá; y nuestro Jaime Roldós.

La tortura sexual adquirió caracteres de monstruosidad como método especializado aplicado en las mujeres políticas. A ellas se las sometía a todo tipo de vejaciones y tormentos brutales. Se les introducía un cable en la vagina y luego se lo pasaban por los pechos. Pero había una especialmente sádica: el rectoscopio se introducía en el ano o en la vagina. Adentro del tubo se largaba una rata. El roedor buscaba la salida y trataba de meterse mordiendo los órganos internos de la vagina.

Y fue Baltasar Garzón, quien el 16 de octubre de 1998 sorprendió al mundo con el arresto domiciliario dictado en la London Clinic de la capital británica, tras ser operado de una hernia en la espalda, acusándolo de genocidio, terrorismo y tortura de tres mil personas, entre ellas muchos ciudadanos españoles.

La actitud del ex juez Garzón contribuyó a concienciar, a nivel mundial, no solo sobre los crímenes de Pinochet, sino de todas las dictaduras sanguinarias impuestas en el Cono Sur por el imperio norteamericano. Su entereza y responsabilidad constituyen garantía en su gestión como Coordinador de la Veeduría Internacional para la reforma de nuestra justicia.

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