Ecuador cuenta en la actualidad con un “Presidente Guinness”. Es justo reconocer méritos cuando se está en vida y no esperar que mueran nuestros patriotas para cauterizar las conciencias y reconocer su gran labor. Toda gestión incluye errores por corregir en el proceso, lo que cuenta al final es el balance general de resultados integrales y, sobre todo, el balance social, representados en logros alineados al Plan Nacional del Buen Vivir; que en nuestro caso es altamente positivo y productivo, porque la prosperidad alcanzó a las mayorías.
La obra visible: Sostener el liderazgo, la estabilidad política y soberanía de un país acostumbrado a tumbar presidentes, reactivar la construcción mediante la obra pública y privada a nivel nacional, generar la positiva sinergia competitiva entre los gobiernos locales, regionales, Estado central, incluyendo a las juntas parroquiales que buscan con obras mantener la confianza de sus partidarios; créditos de vivienda para la clase popular y media mediante el Biess, la gran obra vial de primer orden, la reestructuración de la educación integral, incluyendo el acceso a la universidad pública gratuita; la dignidad y solidaridad demostrada en los servicios de la salud pública, la mejora innegable en todos los servicios públicos, recuperación de la dignidad laboral general y del servicio domestico, los avances históricos en reestructurar la justicia del país, las renegociaciones contractuales en todas las áreas estratégicas, la nueva matriz productiva exportable, la infraestructura en marcha del país, la renovación de la seguridad policial y militar, la diversificación crediticia con china, etc.
La obra menos visible: Contar con una Constitución garantista y ambiental, hoy modelo de libertades, considerada de las mejores del mundo; hacer escuchar la voz del Estado ecuatoriano en los foros internacionales con ponencias y no solo como seguidor, caso del proyecto Yasuní ITT; frenar a los traficantes de tierras, mejoramiento de la calidad de combustibles y reducción de la emisiones de CO2, modelo de organización y gestión mediante la institucionalidad del gobierno electrónico, con un presidente que aplica la estrategia del “príncipe y el mendigo”, porque vive y se retroalimenta de las necesidades de la comunidad directamente, en su visita rotativa a todos los rincones de la patria, etc.
En conclusión: Toda esta gran obra ha significado un alto costo político para un presidente que, siendo socialista de convicción, ha tenido que limitar las prebendas a los sindicatos públicos, reorientar las convicciones de los profesores, reestructurar la misión y visión del servidor público, renovación generacional y lograr eficiencia en la salud pública limitando el lucro privado.