Es imposible no leer los grafitis que han aparecido en las calles de Quito: “Nuestras calumnias avivan la hoguera. FF: El Comercio y El Universo,” dice, por ejemplo, uno en una avenida del norte capitalino. Estos grafitis, ingeniosos y creativos, surgen, obviamente, a raíz de la conmemoración del Centenario de la Hoguera Bárbara. Conmemoración que debe servir no solo para recordar el legado del “Viejo Luchador” sino para volver a debatir en torno a aquellos temas fundamentales que contribuyan a la construcción de aquel Ecuador que anhelaban Alfaro y sus montoneras, y que hoy también lo desea la mayoría del pueblo ecuatoriano.
Es imposible no comparar lo que entonces se dijo contra Alfaro y lo que hoy se dice contra el presidente Correa; lo que entonces se hizo para frenar y destruir la Revolución Alfarista y lo que hoy se hace para desacreditar al presidente Correa y la Revolución Ciudadana. Sin embargo, el legado transformador de Alfaro fue tan vasto, hondo y visionario que hoy, a la distancia de un siglo, sigue vigente para obligarnos a retomar y concluir aquella obra truncada por el brutal crimen.
Además de la obra conocida, el ferrocarril, la educación laica y gratuita, la incorporación de la mujer a la vida pública, profesionalización de las Fuerzas Armadas, dinamización de la economía, la unidad nacional y la integración continental, no debemos olvidar que también Alfaro se ocupó de la cultura y las artes. Fundó el Conservatorio Nacional de Música, que debe hoy ser reestructurado y potenciado, al igual que nuestras orquestas sinfónicas, por ejemplo.
Fundó la Escuela de Artes y oficios, de donde surgió una gran cantidad de artesanos que recuperaron las técnicas que aparecieron en la Colonia y que hoy debe ser ampliada y renovada, al igual que la educación superior en las artes. Recordemos, además, que Alfaro gestionó el viaje de numerosos artistas y creadores a Europa para que puedan recibir una formación distinta en pleno auge creativo de la vanguardia artística europea.
Eloy Alfaro Delgado y su revolución son una guía que debe iluminar los corazones, las decisiones y las acciones de quienes hoy, desde el Gobierno, y desde el ejercicio ciudadano, podemos avivar la llama, no de la hoguera sino de la construcción de ese Ecuador inclusivo, equitativo y libre que todos anhelamos. Para eso es imprescindible consolidar el proceso de cambio y transformación que hoy vivimos. Y, por supuesto, no podemos olvidar que, efectivamente, la mejor forma de conmemorar y honrar la memoria de la Revolución Alfarista es siendo auténticamente revolucionarios.