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El Telégrafo

Atrapado en su propio laberinto

05 de diciembre de 2012

Entre el pensamiento del economista británico J.M. Keynes y el Buen Vivir existe una distancia gigantesca, que puede servir para elaborar argumentos dirigidos a quienes no encuentran cómo reconstruir la política del pasado, urgidos por una nueva campaña electoral.

De esas urgencias brotan, de cuando en cuando, críticas a la Constitución de Montecristi, aprobada mediante referéndum popular, a diferencia de la anterior Constitución neoliberal, sustanciada por la mayoría PSC-DP entre cuatro paredes de un claustro militar en 1998. La semana pasada alguien afirmó que uno de los defectos de nuestra Carta Magna -al asociar el Buen Vivir con el Sumak Kawsay- es estar “teñida de indigenismo” y haber dado “marcha atrás” diez mil años, porque ello implica una “visión preindustrial”. 

Lo escribió en días pasados un connotado consultor, con una concepción muy distante del pensamiento contemporáneo avanzado, como si la modernización capitalista fuera posible -según el libreto lineal y cuestionable del economista estadounidense W.W. Rostow-, bajo las tradiciones del empresariado rentista para el que escribe. Él sabe bien que esa modernización solo pueden impulsarla empresarios comprometidos con el futuro del país, bajo condiciones de competencia, con ganancias en productividad estimuladas por una política pública de ciencia y tecnología, y con una política arancelaria pensada para incrementar el valor agregado producido en el mercado interno, y no restringidas a la conservación del equilibrio de la balanza externa. Todo esto, producto de objetivos de largo plazo público-privados.

Desde esa óptica, un Estado plurinacional como Ecuador (Art. 1 de la Constitución) puede verse “teñido de indigenismo”. Esta malhadada expresión podría estar escondiendo, bajo un mal maquillaje, prejuicios discriminatorios de un consultor que aún no termina de comprender asuntos referidos a nuestra historia, conformación cultural e identidad.

La Constitución de Montecristi no rechaza la revolución industrial. Cabe aquí una pregunta: ¿cuándo ha tenido el Ecuador una revolución industrial, por lo demás imposible desde el culto a las ventajas comparativas?

El Buen Vivir o Sumak Kawsay no es aquel falso equilibrio monetario que buscarán hasta la eternidad los economistas neoliberales sin encontrarlo. Es el equilibrio del ser humano consigo mismo, con la sociedad y con la naturaleza. Es verdad, es una propuesta en construcción, para el futuro, pero que no desprecia nuestros orígenes históricos. Es una idea central de la Constitución de la República para afrontar la crisis civilizatoria producida por un capitalismo que Keynes, a estas alturas, ya no llegaría a comprender.

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