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El Telégrafo

Atajos de una poética irreverente

07 de agosto de 2013

Bien conocido es en los círculos literarios de nuestro país que los rasgos de la lírica expuesta por Euler Granda (Riobamba, 1935) se enmarcan en un torrente sarcástico de las cosas, en donde la realidad aflora como fórmula contrapuesta entre metáforas y pleonasmos. Con una gravitante agudeza, el reconocido vate afila cuchillos para diseccionar los dolores y padecimientos de la gente y reinventar con un tono coloquial los sobresaltos e intimidades de la especie humana.

La desnudez de la vida se exhibe en los versos de Granda, en donde el agitado mar, la carencia del pan, la desidia de la gente, el último suspiro del mendigo, el insomnio del enfermo, el atardecer de las calles desoladas, la eternidad del fuego y de los siglos, la espera del mañana, el despojo de las ilusiones marchitas, el llanto del suicida, la alucinación de los sueños incumplidos, el contagio de la amnesia colectiva, el placer del muslo y la entrepierna ajena, la borrachera que esconde los fracasos, se asocian entre sí.

Para Hugo Larrea Benalcázar: “La poesía de Euler Granda es original, diferente, nacida de su pasantía por la vida. Por eso, precisamente, ha sido acogida con unción por sus lectores y ha logrado penetrar en el mundo contemporáneo sin ambages, sin hipocresía de ninguna especie, sin concesiones. […] Euler Granda incursiona decidido y firme, con paso audaz si se quiere, por los problemas que acosan al hombre, por las injusticias que se repiten incesantes en esta madre tierra, por los campos de sembradura donde se cuecen días e ideas. Analiza hechos y deshoja margaritas, no en vano por supuesto”.

Uno de los ejes expositivos que promueve Granda es el amor. De tal connotación temática, El Ángel Editor publica la antología de sustento amatorio denominado “Atajos de otra piel” (Quito, junio 2013), de la colección Monstruos.

En el prólogo, Julia Erazo Delgado sostiene que los temas del autor citado “suben y bajan las cuestas de los asuntos sociales, gritos de guerra se escuchan en cuanto se entreabren sus libros, sus poemas hablan de la injusticia, expresan su hastío de la sociedad que le tocó vivir, su hastío de la política que le tocó vivir, de las ciudades que le tocó vivir, de la vida y de la muerte que le tocaron vivir… Y, ahí también, el sexo que le tocó vivir, la exploración, el placer y el amor”.

De la huella que le deja el amor a Granda, extraigo lo siguiente: “Para qué más rodeos,/ me voy y llevo en la maleta/ tus caracolas tenues,/ la sonrosada espuma de tus manos/ y tu océano sembrado de veleros./ Dejo/ en tu playa mojada por el viento/ estos resecos versos/ goteando lágrimas de arena”.

Y, como final: “Sobre el segmento helado de mi ser/ pones lo tibiecito/ de tu alma color viaje./ Tú eres el pozo de agua en que me ahogo,/ el ansiolítico/ que me saca a la orilla”.

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