Publicidad

Ecuador, 27 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

Assange, infeliz cumpleaños

22 de junio de 2013

Un año refugiado en la Embajada ecuatoriana en Londres. Un año de luz artificial, de repetidos rituales, de mínimos movimientos, de menguadas opciones. Un año, como diría algún rockero, yendo “de la cama al living”, y luego del living a la cama. Aunque no es un “living”, claro, y la cama no está propiamente en un dormitorio. No hay privacidad ni vida íntima. Cada día se  parece ominosamente al anterior y al siguiente.

Está el tiempo en tal repetición, que se diría que cada día es todos los días, y todos los días son solo uno. Se ha hecho, así, del tiempo no un devenir sino un permanecer. Sin renovación ni horizontes, pasan las horas como el ejercicio interminable de autopresencia de lo mismo.

Allí, Assange paga su decisión de haber desafiado al coloso internacional. Así como le ha pasado al exasesor de la CIA que en estos días es un refugiado en China, un paria para todo el mundo occidental, un maldito para esa máquina de espionaje y represión cándidamente autonombrada como “comunidad internacional”. Es que EE.UU. lo espía todo, ya sea legal o ilegalmente, y en todos los casos ilegítimamente.

Los derechos y garantías individuales quedan fuera de consideración dentro de este panorama, obnubilado por la cuestión de la seguridad como único horizonte de mirada.

En el caso Assange, tenemos la apelación a supuestos delitos sexuales en Suecia, lugar a donde dos mujeres (¿casualidad?) se fueron sucesivamente a la cama con él, en ambos casos por propia decisión y voluntad. ¿Eso será un delito por parte del australiano?

En cualquier caso, es obvio que a nadie interesa ese punto, sino que se trata de perseguir a quien ha publicado miles de cables que la seguridad estadounidense pretendió secretos. Eso es todo. Y, como bien dice Assange, aunque Suecia desistiera de su solicitud de extradición, igual EE.UU. seguiría poniendo en peligro su vida y su libertad.

Inglaterra, con vocación de títere del imperio mayor, se niega a cumplir con la legalidad internacional, y a entregar el salvoconducto que corresponde. Se comporta como la dictadura de Videla se comportó con el
expresidente Cámpora en la Embajada mexicana situada en Buenos Aires. Inglaterra no cumple con la reglamentación internacional y simplemente se niega  a la salida de Assange. El miedo a la represalia estadounidense se advierte detrás de la injustificable intransigencia británica.

¿Cuánto tiempo más deberemos soportar esta flagrante violación de las reglas de convivencia planetaria?
Entre tanto, Assange sigue en su cono de sombras, en su luz artificial, en el tedio repetido de los días y las horas, en la reedición inevitable de los gestos y pequeños movimientos en su obligada minimalidad territorial.

Contenido externo patrocinado