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El Telégrafo

Así es el fútbol, ¿pero cómo?

31 de mayo de 2012

Lo escucho siempre, es un código poderoso, un mantra fijo, un rosario disciplinado, una frase indubitable… “Así es el fútbol” dicen tantos, una y otra  vez…, ¿pero cómo es? Será que se refieren al depósito de drama que se mantiene siempre en la reserva personal para sacarlo cuando menos se piensa y golpear nuestras emociones, cuando ya creemos que se logró el objetivo y ¡zas!, se suelta  la “bestia” que destruye ilusiones.

Como aquella noche en Quito cuando Antonio Valencia anotó contra Uruguay, muchos todavía secaban los residuos de cerveza helada que habían veteado sus ropas y, sin tiempo para el respiro relajado, los visitantes marcaron dos goles más… fin de la jornada. Ganaron los “charrúas” y en la fría noche capitalina flotaba en el cielo o en boca de todos: “Así es el fútbol”. Romántico, desleal, injusto, alejado de la lógica, afecto a la elegancia, maravilloso, emotivo… ¿sigo?... qué manera de calificar cada paso que genera el deporte, que para resumir todo lo que pretendemos querer entender rápido y sin explicaciones, y ante esos misterios, es mejor concluir con un “Así es el fútbol”. Aquel jugador que se formó, creció, cautivó y fue el personaje mayor en los logros de tu equipo, el emblema de la institución y portada de los anuarios, por quien decidiste nombrar a tu hijo de esa forma, ese mismo, el que estaba en afiches que colgaban de talleres, tiendas, cabarets y múltiples habitaciones de hinchas, era el elegido para admirar y aplaudir. Lo recuerdas.

Pero un día, repentinamente, decide cambiar de equipo y aceptar un mejor salario cada fin de mes. La realidad de muchos queda maltrecha y, sin poder comprender, optan por desterrarlo de su panteón personal. No hay forma alguna de concebir el éxodo… ¿o sí? Siempre está a la mano el recurso de “Así es el fútbol”. Pisamos dimensiones únicas, podemos tocar constelaciones, saltamos más alto que otros y reímos y lloramos como nunca creímos que éramos capaces de hacerlo, la cara dolía de tanto dibujar sonrisas en ella. Describo al ecuatoriano común después del triunfo de la selección nacional de fútbol sobre Costa Rica en Alemania 2006, era el éxtasis supremo de celebración y realización como hincha, el regalo supremo, lo que tenía reservado para nosotros el deporte. Ya saben… “Así es el fútbol”.

Un caminar pausado acompañado de un rostro perplejo, buscando razones para comprender la poca ofrenda a sus servicios, dando la espalda a la puerta del estadio que no se abrió para él. No sabían quién era, no conocían que ese señor que hoy está en el olvido registró 112 goles con el equipo que actúa en ese mismo escenario.

Jugadores rivales quedaron estrujados en el piso tratando de quitarle la pelota, lugar que todavía tiene en sus paredes eco por la cantidad de veces que corearon su nombre, pero hoy,  con el pelo gris, una barriga más “amigable” y movimientos lentos es difícil recordarlo. Hay injusticias también, memorias mal calibradas y decencia que se usa de trapeador… y “Así es el fútbol”.

¿Se lo han preguntado alguna vez ustedes? ¿Cómo es el deporte que todos creemos conocer y describimos con un simple y casi desnudo: “Así es el fútbol”?

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