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El Telégrafo

Arte en revolución

12 de febrero de 2014

La Universidad de las Artes constituye uno de los proyectos estratégicos de la educación superior y su apertura motiva reflexionar sobre el lugar de las artes en medio de las transformaciones del país. Las artes han heredado y disputado características propias del colonialismo y el neocolonialismo hispanoamericano, han sido impactadas por las transformaciones de la globalización y el neoliberalismo y deben posicionarse en la disputa contemporánea contra sus legados.

Una reflexión constante del pensamiento latinoamericano, que se encuentra en el clásico ensayo La ciudad Letrada, de Ángel Rama, y en la producción crítica sobre el barroco, muestra cómo el colonialismo hispánico se propuso crear una distancia insalvable entre una minoría ‘culta’ y las masas iletradas. Desde España se dictaron edictos que prohibían la entrada a Hispanoamérica de textos que formaban ya parte de la cultura popular española, como La Celestina o Amadís de Gaula, por la convicción de que las castas -mestizos, indios y negros- estaban incapacitadas de comprender la complejidad de la ficción y perderían autoridad y crédito las Sagradas Escrituras.

El impacto de estas disposiciones fue mayor aún en la producción de las letras y a pesar de que en el inicio de la colonia las tasas de analfabetismo eran casi iguales en Europa y América, desde el renacimiento se creó un abismo en el acceso a las letras por parte de los sectores populares de la metrópoli y de sus colonias. Los sectores populares en nuestros países crearon una cultura popular rica, pero tutelada por la Iglesia y con una atribulada relación con la escritura. Estas herencias continuaron después de la independencia y la producción artística, en un medio predominantemente capitalista, se encontró con la paradoja de no tener una significativa masa ni de consumidores ni de compradores; así, la banalización y la mercantilización de las artes, que en el capitalismo central produjo lo que Walter Benjamin llamó  la pérdida del aura, no se dio del todo en nuestros países y se reafirmó más bien la excepcionalidad expresada en la figura incomprendida y trágica del artista y en la continuidad hasta nuestros días de una ausencia de profesionalización de las artes.  

En estas condiciones asimétricas entramos a la globalización caracterizada por el dominio de las industrias culturales norteamericanas y con serias dificultades de crear y sostener sólidas industrias nacionales o regionales, lo que hizo, por ejemplo, que después de la muerte de Franco las editoriales españolas desplazaran a las latinoamericanas. Hay dos importantes hechos que podemos anteponer a los legados coloniales: recuperar la vigencia de las artes independientes, críticas y comprometidas que en Latinoamérica han cumplido un papel protagónico, por lo menos desde inicios del siglo XX, y colocar en su dimensión decisiones como las que actualmente se toman en Ecuador al abrir la Universidad de las Artes, como parte de las universidades estratégicas del país.

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