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El Telégrafo
Marta Dillon

El Estado impotente

31 de enero de 2019

Estamos acostumbradas a decir que en Argentina, una mujer o una travesti es asesinada cada 30 horas; la estadística se acelera a veces, este enero que no terminó hay una semana que tiene anotados siete femicidios. La constante es el género que encarnaban. La constante, también, es la crueldad que se les impuso hasta la muerte.

El ritmo de femicidios parece acelerarse este enero en Argentina, aunque las estadísticas históricas digan que la constante se mantiene. Pero la sensibilidad social es otra, se viene construyendo desde hace años, pero en los últimos el hartazgo frente a la claridad de que la violencia machista es política se convirtió en masivo y son pocas las que quedan fuera de este convencimiento de que estamos frente a una violencia que es instrumental -para mantener el estado de cosas en el que las mujeres y los varones estamos en compartimientos estancos y modelados por las exigencias del modo de producción capitalista- y que también es política porque esa constante de las estadísticas habla de un modo particular de disciplinamiento sobre todos los cuerpos y las experiencias rebeldes.

No importa entonces si son más que el año pasado las asesinadas, importa que sean asesinadas y que aun cuando masivamente se dijo ¡basta! y la memoria feminista sea capaz de abrazar a las muertas que considera propias, prácticamente nada haya cambiado: el Estado parece inerme frente a la pandemia de la violencia machista.

El Estado es responsable de amparar la crueldad y se aprovecha de esa crueldad para generar mayor disciplinamiento. Los femicidios que contamos en tiempo real porque los sacamos a fuerza de movilización y generalización de la conciencia feminista del armario de los crímenes pasionales, de las reyertas del morbo y el discurso del amor extremo y romántico, se cuentan al mismo tiempo que se institucionaliza cada vez más el gatillo fácil y que nos empobrecemos todos y todas al punto de temer sobre la capacidad de supervivencia de cada quien.

El Estado no está impotente frente a la violencia machista; al contrario, parece aprovechar la  fragilidad que provocan sus escasas o nulas acciones para seguir aplicando la pedagogía de la crueldad, el disciplinamiento. El Estado es responsable. (O)

*Tomado de Página 12

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