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El Telégrafo
Gustavo Pérez Ramírez

Archivo de la palabra

13 de abril de 2014

A raíz del merecido homenaje que la Academia Nacional de Historia rindió a su dilecto subdirector, Fray Agustín Moreno Proaño O.F.M. tuve el privilegio de hacerle una entrevista, grabadora en mano, un frío lunes de carnaval, en el convento de San Francisco, dándose así inicio al archivo de la palabra de la institución con tan erudito historiador.

Este nonagenario políglota académico es poseedor de un valiosísimo patrimonio cultural inmaterial, fruto de sus intensos estudios, investigaciones y experiencias académicas a través de los años aquí y en el exterior. Además, ha sido subdirector de la Academia Nacional de Historia en cinco ocasiones.

Consciente de la necesidad de conservar el patrimonio cultural inmaterial del país, la Academia de Historia se ha propuesto organizar un archivo de la palabra, para recoger testimonios históricos que de lo contrario se perderían para siempre. En África se dice que cuando muere un anciano “arde una biblioteca”.

La recopilación de informaciones y opiniones incluirá también la voz del pueblo para construir esa historia alterna que protagonizan quienes habitualmente no son considerados fuentes de información por la historia tradicional.

El tema de la entrevista al padre Moreno merece un artículo aparte por su actualidad histórica. Pero como esta fue rica en anécdotas y tuvo un “Grand finale”, me ocupo ahora de este.

Después de una hora de interrogado seguía incansable, y quiso añadir el relato de la conferencia mariana que diera invitado por una comunidad de monjas. Escogió como tema el Magnificat, el más antiguo himno mariano, que se refiere a la visita de la Virgen María a su prima Santa Isabel, que narra el Evangelio de San Lucas 1:46-55. Esta felicita a la Virgen por su fe y ella responde con lo que se conoce como el Magnificat, primera palabra de su respuesta en latín, “Proclama mi alma la grandeza del Señor…”.

Pues bien, el padre Moreno con cierta picardía añadió que, para terminar, les recitó a las monjas en italiano el Canto XXXIII, el último del Paraíso de la Divina Comedia de Dante Alighieri. Y comenzó a declamar:

“Vergine Madre, figlia del tuo figlio/umile e alta più che creatura/termine fisso d’etterno consiglio/ tu se’ colei che l’umana natura nobilitasti sì/ che ‘l suo fattore non disdegnò di farsi sua fattura”.

Imparable continuó recitando más estrofas con prodigiosa memoria.

La Academia Nacional de Historia se enorgullece de su ilustre subdirector, que descuella por sus altos valores intelectuales y morales. Hacemos público nuestro homenaje.

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