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El Telégrafo

Aquella prensa libre

13 de mayo de 2013

“La única seguridad para todos es una prensa libre”. Así se escribió en un mural el día de la celebración de la libertad de prensa. Más allá de lo publicitario basta ver las fotos, imágenes, videos de quienes intervinieron ese día y sus reacciones frente a sus propios compañeros de los medios públicos. Las sorpresas fueron varias y, quizás, la participación activa del embajador fue la cereza del pastel. Quedó clara la emoción y entusiasmo de los promotores al ver a un diplomático entregado a redactar semejante frase; sobre todo impacta eso de “la única seguridad”.

Pensando en la historia del Ecuador y de América Latina, uno queda atónito, en pleno siglo XXI, con el hecho de que aún los activistas que abogan por una prensa libre-privada hayan tenido que recurrir a un embajador para tener voz significativa en ese día. Es un claro ejemplo de ventriloquía, donde el representante extranjero, hace de mediador, de legitimador, de voz primera y fuerte, de intermediario de aquellos que se autocalifican como afectados en su voz periodística-privada. En él se centró la máxima atención y él centrado en la pequeña hoja que llevaba en su mano izquierda, como para no olvidar que la frase le pertenece a Jefferson, uno de los llamados Padres Fundadores de los EE.UU; aquel que luchó ferozmente contra el imperialismo británico y fiel creyente del modelo republicano, como de los ideales de la ilustración y sobre todo de que una Nación puede y debe gobernarse a sí misma, aunque su racismo no le permitió ver como igual a sus esclavos negros –porque vivía de ellos-.

En ese contexto, fue de lo más inoportuno aquella participación y poco beneficio le trajo; por el contrario, por los propios medios que lo auspiciaron, ha causado incomodidad en la opinión pública. Así que la frase sacada de contexto, aparece como digna y ejemplar, pero para el siglo XVIII, cuando la pequeña prensa de los pueblos, condados como de las pequeñas ciudades, luchaban contra el imperialismo y su maquinaria de rumores, creencias y tradiciones sustentadas en el servilismo. Esa prensa se convertía en una columna vertebral para la independencia, la soberanía y la libertad. Una prensa libre puede producir seguridad porque defiende unos valores comunes a la Nación, pero no puede ocurrir eso cuando la prensa se centra en ser la reproductora de los valores de las elites dominantes y oligárquicas, cuando reproduce estereotipos del héroe blanco, masculino y adinerado convirtiéndose en aliada de los oligopolios, del viejo sistema hacendatario o agroexportador. En el Ecuador la prensa del siglo XX siguió los mismos senderos de un liberalismo fallido, siendo opositora o benigna, no por los valores de la Nación, sino por los valores de las familias propietarias.

Por eso la comunicación no se centra en la prensa, sino en el derecho integral a ser actores activos de la información y el conocimiento. Solo la diversidad de medios: públicos, comunitarios, privados, nos asegura que la libertad no sea un asunto del capital privado.

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