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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

Anuncios de verano

03 de julio de 2021

La magia del verano por fin parece estar en el aire y en el cielo. En los chats grupales se envían hermosas fotos de nuestras montañas reflejando el sol y cielos despejados al amanecer, con mensajes que dicen que estos signos anuncian el verano. Para las personas descreídas como yo, esas señales aparentes no acaban de probar que el verano esté llegando a Quito.

Cuando éramos niños sabíamos que a partir de la primera semana de junio la Sierra norte resplandecería y pronto estaríamos disfrutando de las vacaciones. Ya no tendríamos que levantarnos con la lluvia de la temprana mañana, y así podríamos disfrutar más tiempo durmiendo. Los días sin estructura, las vacaciones en Cotocollao o Puembo, el sol quemándonos las mejillas, la piel sufriendo la sequedad circundante.

Los que vivían en el campo dedicados a sus tareas de agricultores resentían nuestra felicidad de contar con aire y cielos azules. La falta de nubes era para ellos señal de escasez de agua para los sembríos. De heladas. De sequía. De pérdida de cosechas. De plantas mustias. En la ciudad, mientras tanto, las tías viejitas se apostaban en las azoteas sin chalinas a tomar el sol por horas. Los niños jugábamos al aire libre en patios y calles.

Esta espera por el verano de la niñez, en 2021, no llega a término. Estamos ya en julio y no se ha estabilizado el clima. La semana pasada hubo hasta granizadas en el sur de Quito. Los indígenas ya hicieron sus celebraciones del Inti Raymi para marcar el tiempo del sol. Las celebraciones en el norte de Pichincha e Imbabura causaron escándalo al COE. Del 21 al 29 de junio los bailes fueron acompasados día y noche, hubo peleas en las plazas centrales, diablo umas, licor y comida abundantes.

Mientras tanto, nuestros amigos del hemisferio norte nos preguntan: ¿Y qué planes tienes para el verano? Y nos quedamos mudos porque la vida de encierro y temor a la pandemia no nos permite planificar ni para el día siguiente. Con o sin lluvia debemos mantenernos muy cuidadosos. Asistimos a contemplar la evolución de la temperatura y del clima durante el día: las famosas cuatro estaciones en una jornada como se les explica a los turistas. Ellos aprovechan para averiguar por qué las quiteñas tenemos esa forma rara de vestir, con vestidos claros y veraniegos de algodón, chompas otoñales obscuras con forro de piel, bufandas y botas de invierno. Nosotras sabemos que el look cebolla es lo nuestro.

Dicen que ya va llegar el verano, pero en realidad nuestros cielos siguen nublados. ¡Admirablemente en esta época Estocolmo tiene temperaturas más altas que Quito! Pero, por otro lado, debemos agradecer que nuestra hermosa tierra no se va a chamuscar como pasa en este momento en muchos lugares del hemisferio norte. Lytton, en Canadá, por ejemplo, rompió el jueves un récord de calor, registrando 46,6 oC.

Esto de estar en la Mitad del Mundo tiene sus idiosincrasias. Por ahora, lo cierto es que el verano quiteño tarda en llegar. No hemos podido este año salir a saltar chamiza o a tomar helados de paila. Nuestras esperanzas de sentir el viento en la cara haciendo volar nuestros sombreros o nuestras cometas de papel, de tomar el sol, de irnos de vacaciones o de salir a pasear para contemplar la floración de los arupos están pospuestas.

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