Si no existiera el poder de la memoria popular, la canalla fascista, opresora de naciones, estaría erguida, omnipresente, activa, planificando y generando multiplicidad de tormentos para millones de seres humanos, en la absoluta impunidad. En el cono sur, durante las décadas de los setenta y los ochenta del siglo pasado, se establecieron las dictaduras más oprobiosas y crueles que registre el convivir reciente del continente y del mundo, y aunque por lo menos en Argentina los mayores genocidas han sido juzgados y condenados ante la justicia y la historia, no se puede ni se debe olvidar todo el horror que significaron esos tiempos de desprecio por la condición humana.
El título que antecede a este artículo, “Antes de que se vuelvan mariposas”, corresponde al libro publicado recientemente por el escritor bonaerense Demián Verduga Jusid y sustenta la narración de un hecho real -uno de los miles- en el transcurrir oscuro de las tiranías en América Latina; el secuestro de la familia Forti Sosa en el aeropuerto de Ezeiza el 18 de febrero de 1977, cuando cumpliendo con todas las disposiciones legales intentaban viajar a Caracas, donde los esperaba el médico cirujano Alfredo Forti, cabeza de la familia y residente en Venezuela.
Las evidencias entregadas por el hermano mayor de los Forti, obtenidas al calor de varias entrevistas con el autor, muestran, de fuente única y verdadera, el atroz hecho criminal que duro varias semanas en el infierno que regentaba el siniestro general Camps. El grupo familiar plagiado estaba integrado por la madre, Nelly, y cinco de sus hijos; posteriormente la mamá, separada de sus vástagos por la sevicia de sus captores, desapareció en alguna estación de policía y los cinco niños encapuchados y amarrados fueron abandonados en una plaza de Buenos Aires, donde por sus propios medios lograron dar con amigos y familiares a pesar de no conocer la urbe.
Los menores salvaron sus vidas por la acción de diplomáticos venezolanos y un sacerdote de la misma nacionalidad -partidario de la Teología de la Liberación- que enviados por el papá de los chicos habla con el vicario castrense argentino Emilio Graselli, indiciado en investigaciones por delitos contra la humanidad; él entendió la gravedad de ese accionar y “logró” la partida de los vástagos a la patria venezolana; pero de Nelly Sosa de Forti nunca más se supo. Existe la versión de alguien que la conocía, no obstante no haber hablado con ella, que la vio horriblemente torturada. La demora en la actuación de organismos internacionales de DD.HH. fue palpable en este caso.
Con singular efecto estilístico, Verduga Jusid nos sumerge en un relato ágil y apasionante que sin perder la perspectiva temporal posibilita que sea la voz de Alfredo Forti, hijo, el hilo conductor de la crónica como testigo fundamental y veraz de la acción de los malvados raptores y de sus jefes. Su testimonio registra esa valentía maternal que ennoblece al género humano. Hoy Alfredo Forti, internacionalista de renombre y funcionario destacado del Gobierno de Cristina Fernández, a pesar del tiempo transcurrido sigue buscando a su madre, su progenitor ya falleció y los hermanos no viven en el país; sin embargo, afirma, “seguimos buscando a Nelly”, cualquier información, contactarse con esta dirección: [email protected].