2011 fue el año de los indignados, 2012 deberá ser el de los audaces. No más líderes indecisos, como los que vimos en Durbán a la hora de las decisiones para salvar al planeta y nuestras vidas. Primaron intereses de las corporaciones para posponer hasta 2015 una decisión sobre la extensión del Protocolo de Kioto. Osados solo para la procrastinación.
No más líderes económicos, como los que han desfilado en la Comunidad Europea o los que se esconden temerosos detrás de un Wall Street sitiado por los indignados, aferrados a fórmulas neoliberales monetaristas, sin atreverse a desentrañar las causas profundas de la crisis que es sistémica. Lo deben intuir, porque a simple vista no es solo financiera sino alimentaria, de vivienda, de empleo, de salud, de educación, de cultura, ética, ambiental, de recursos.
Y según los entendidos, terminal. Hay que tomar el toro por los cuernos para deconstruir un pasado vergonzoso que no se compone con la simple regulación del mercado, y lanzarse a la construcción de un sistema económico alternativo, solidario.
¿Por qué es necesaria una audacia capaz de formular una alternativa política al sistema existente? Lo explica Samir Amin, director del Foro Mundial de Alternativas, en su artículo “Audacia, más Audacia”, en el que propone estrategias no para salir de la crisis del capitalismo sino para salir del capitalismo en crisis.
Como premisa sostiene que el capitalismo contemporáneo es de monopolios generalizados, un sistema integrado, que domina la economía global, y que garantiza que estos monopolios graven impuestos sobre la masa de plusvalía (transformada en ganancias) que el capital extrae de la explotación del trabajo, incapaz de derrotar sus crecientes contradicciones internas, condenado a continuar su salvaje expansión.
Para Amin la “regulación de los mercados” es una falsa alternativa que no puede parar la desenfrenada carrera por el beneficio financiero, resultado de la lógica de acumulación controlada por los monopolios. Y concluye:
“Este momento nos ofrece la oportunidad histórica de ir mucho más lejos; nos demanda como única y efectiva respuesta una audaz y atrevida radicalización en la formulación de alternativas capaces de movilizar trabajadores y pueblos para colocarse a la ofensiva y defenderse de la estrategia de guerra de sus enemigos.
Estas formulaciones, basadas en el análisis del capitalismo actualmente existente, deben confrontar directamente el futuro a ser construido, y sacarnos de la nostalgia del pasado y de las ilusiones de la identidad o el consenso”.