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El Telégrafo

Andoas, la voz de la frontera

07 de julio de 2013

Entre los absurdos que se elucubraban sobre los indígenas amazónicos algunos rayaban en lo ridículo: que si no tomabas su chicha mascada te asesinaban; y otros no eran factibles de ser ciertos: que cortaban cabezas y las achicaban hasta convertirlas en tzanzas.

La gente de la zona fronteriza con Perú jamás escuchó un medio de comunicación “nacional” que no sea peruano. En los 80 con radios  tocacintas salían a las fiestas de los pueblos y grababan desde las sombras al grupo musical, las únicas melodías “nacionales” que podían escuchar en sus hogares.

Cierto día, en una comunidad en la frontera  escuché a  un grupo de niños y niñas cantar el Himno Nacional en idioma shuar. Se me erizó  la piel, los ojos se me nublaron de lágrimas. No podía entender cómo esos infantes parados descalzos en el lodo le cantaban con tanto fervor a una patria que los ignoraba. Ante tanta marginación, la respuesta de las comunidades indígenas siempre fue devoción a un Estado ecuatoriano que jamás llegó al interior de la selva.

Aprendí cómo sobrevivir en el peligroso paraíso verde. Admiraba su pequeño tamaño, la belleza de sus mujeres, en especial sus largos y bien cuidados cabellos negros, sus rostros pintados. Y me desconcertaba la fijeza con la que miraban a los ojos, sin miedo y sin reverencias, a ratos con molesta indiferencia. Hace unos días conducía desde Baños a Puyo y de casualidad sintonicé 95.9 “Andoas, la voz de la frontera”.

Me emocioné tanto como el día que escuché a los niños cantar. Increíble que quienes fueron marginados e invisibilizados por tantos gobiernos y medios de comunicación ahora tienen su propia voz y anuncian con orgullo entre su programación el “Enlace Ciudadano” y “Habla Ecuador”, conscientes de que el Gobierno los necesita para informar a los pueblos de nuestra frontera, ahora ya viva.

Es un sueño cumplido saber de la gente de la frontera desde la comodidad de mi auto y sentirme trasladado al encanto de la selva, escuchando su música, sus opiniones, sus saludos a tantos apellidos que, si se escucharan en Guayas, creerían que son de un país muy lejano.

Las radios comunitarias cambiarán dramáticamente la historia de la selva. Ya no son pueblos marginados ni silenciados, sus voces recorren hasta llegar a las montañas. Y en algún momento deberán llegar a nuestras playas, para que todos sepamos que los ecuatorianos somos más gente de la que imaginamos, más diversos de lo que creíamos y más mágicos de lo que soñamos.

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