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El Telégrafo

Anarquismo letal

29 de julio de 2013

Cualquier ecuatoriano se puede confundir y creer que los “contreras” emepedistas están ganando terreno internacional y que ahora reemplazaron en Brasil sus protestas contra el fútbol por sus nuevas protestas contra el papa Francisco.

Con tal de estar en contra de los que están a favor y en contra de los que están en contra, no importa mezclar pelota de fútbol con mitra papal.

La inquina emepedista se manifiesta similar en El Cairo que en Madrid, en Caracas que en Quito,  en Río de Janeiro que en Riobamba: “piedra y más piedra” contra todo lo que se ponga por delante; grito destemplado; pasamontaña para el clandestinaje y vuelve a la carga.

¿Por qué protestan esos anarquistas? No importa. No pregunte, porque no hay respuesta. Se aprovecha cualquier protesta, la indignación de quienes perdieron la paciencia, todo pretexto es útil para protestar y protestar: “tirapiedras” de distinta intensidad.

Lo importante es que haya un grupo de cualquier tamaño al que se lo pueda llamar “movimiento social” que proteste contra el hambre, contra la injusticia, contra el desempleo, contra la educación mediocre, contra la insalubridad, contra los atropellos, contra los que están a favor, contra los que están en contra, y nuevamente piedra y más piedra.

No hay nada de qué hablar ni nada que rebatir: el anarquismo letal, carente de ideología, no discute, solo actúa. El anarquismo criollo latinoamericano tiene muchas, muchísimas razones para asumir la representación de luchar contra las injusticias o apoderarse del liderazgo de la protesta, en razón directamente proporcional a las desigualdades imperantes resultado de 500 años de coloniaje y 200 de capitalismo e imperialismo.

Por eso es que emerge vigorosa la necesidad de la revolución: para cambiar esa lacerante y perversa realidad continental y convertir en “buen vivir” lo que agobia como sufrimiento a las grandes masas marginadas.

Una revolución como la cubana, la nicaragüense, la bolivariana de Venezuela, la plurinacional de Bolivia, la ciudadana del Ecuador, la argentina de Cristina: para construir una nueva sociedad en la Patria Grande, que progresivamente busca la justicia social.

Porque esa es la gigantesca diferencia entre un revolucionario con ideología y un anarquista solo violento: el revolucionario lucha para construir una nueva sociedad, mientras que el anarquista lucha para destruir lo que se le ponga por delante.

Casi siempre el anarquista se convierte en brazo ejecutor de la ultraderecha porque coinciden en su afán de destruir todo: hasta la esperanza de construir un mundo mejor.

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