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El Telégrafo

América Latina como civilización emergente

01 de febrero de 2014

Nuestra América Latina se enfrenta al desafío de responder a la mayor crisis financiera  y económica global,  la más profunda de la historia mundial. Esta crisis del capitalismo es a la vez una crisis sistémica, de la civilización hegemónica globalizada, consumista, depredadora de los recursos naturales y entregada a una superproducción que la mayor parte de la humanidad sumida en la miseria no puede adquirir.

Ante tal gigantesca exigencia histórica, Latinoamérica tiene a la vez la necesidad y la oportunidad de fortalecer su unidad para defenderse de los efectos económicos adversos en la región, y simultáneamente responder a la crisis civilizatoria, desplegándose como una civilización emergente y diferente.

El doble desafío de avanzar aceleradamente en la integración para responder eficazmente a la crisis, y construir desde nuestras raíces una civilización regional nueva nos conducirá por ambas vías a la necesidad de crear una entidad política supranacional, una Nación de Repúblicas, como decía Bolívar, o un Estado Continental latinoamericano. Nuestra civilización emergente actuará como una fuerza centrípeta que permitirá frenar los desbordes absolutistas, tanto de los autonomistas-separatistas criollos, como los de Guayaquil, Santa Cruz o Zulia, o los autonomismos excesivos de los indigenistas que anteponen la parte al todo.     

La consolidación de la Unión Latinoamericana permitirá a la vez contribuir a desarrollar un modelo económico alternativo y darle a nuestra región un protagonismo político real junto a las potencias, los grandes bloques y Estados continentales. Debemos reconocer que los grandes bloques económico-políticos se desarrollan sobre diferentes sustratos civilizatorios.  

El despliegue de la civilización latinoamericana contribuirá, desde la diversidad y la afirmación de nuestra identidad multiforme a cooperar en un diálogo y encuentro fructífero y sintético entre las diversas civilizaciones del presente, en contraposición  al nefasto paradigma  del choque de las civilizaciones.

La civilización emergente de nuestra América Latina, fruto madurado largamente a través de siglos de  mezcla muy intensa de pueblos y culturas, será una voz civilizatoria que podrá aportar como pocas otras al desarrollo progresivo de una civilización planetaria no entregada a la locura consumista y autodestructora, y que esté basada en el respeto de la unidad en la diversidad, preservando la singularidad en una universalidad signada por la complejidad.

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