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El Telégrafo

Amanecerá y veremos

03 de febrero de 2014

Según la teoría matemática, si un problema no tiene solución ya está resuelto; no pasa lo mismo con la deuda pública de EE.UU. que por ser un problema político, no matemático, tal vez se resuelva solo el día de san blando, que no tiene cuando. Sucede que los dólares emitidos por este país circulan por los inestables mercados del mundo, causando incertidumbre por tener menos sustento que suspiro de vieja sin resuello.

Y ya no importa si a partir del 7 de febrero, republicanos y demócratas se ponen o no de acuerdo en subir el techo de la deuda, porque nadie sabe lo que ocurrirá si no lo hacen, pero si se ponen de acuerdo la deuda seguirá creciendo y el desbarajuste se pospone para cuando el pánico agrave tanto la crisis que bien se podría desatar una peor que la de los treinta. Basta recordar que la crisis actual se da porque el Banco Lehman Brothers no pudo cubrir una deuda de medio billón de dólares, es imposible entonces imaginar lo que va a pasar si el gobierno de EE.UU. no cubre una deuda superior a los diecisiete billones.

Lo increíble del caso es que hasta ahora no se encuentra divisa alguna que reemplace al dólar ni gobierno que se quiera hacer cargo del asunto; además, los bonos del Tesoro de EE.UU. son apetecidos en el mercado financiero por ser una manera segura de ahorrar. ¿Qué va a pasar con las demás formas de ahorro cuando EE.UU. no pague lo que debe? ¿Qué política se oculta tras bastidores y a qué intereses responde?
Simplemente, el Gran Juego para lograr la hegemonía mundial. Por una parte está la ultra derecha, tanto republicana como demócrata, partidaria de salvarse ellos primero y luego el que tenga suerte, y por otra, aquellos sectores interesados en conservar el actual sistema  político de los EE.UU.

Es probable que a partir del 7 de febrero no se llegue a acuerdo alguno que permita resolver el actual galimatías económico, porque, por ejemplo, China podría no comprar más bonos del Tesoro de EE.UU. y Arabia Saudita amenaza con hacer lo mismo; por eso, muchos analistas ven la salida a esta crisis en el estallido de una Guerra Mundial, cuyo preludio sería el actual caos del Medio Oriente. Sostienen que así se resolvió la crisis de los años treinta y que por esta razón las grandes potencias tienen un enorme presupuesto militar; que solo en América Latina reina la paz, que es promovida junto con el papa Francisco.  

Ojalá se equivoquen, porque una guerra con la tecnología moderna sería el lloro y el crujir de dientes, cuando, según la Biblia, los sobrevivientes envidiarán a los muertos.

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