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El Telégrafo

Alfonso Barrera, embajador ejemplar

14 de septiembre de 2013

Se reconoce en Alfonso Barrera al excanciller que manejó con habilidad su gestión a inicios de los años 80 del siglo pasado, y enfrentó, con la tesis de país desarmado y de paz, la difícil situación del conflicto de Paquisha con el Perú. Se ponderan también sus cualidades literarias, su pasión, en el campo de la poesía, el ensayo y la narrativa. Aquí queremos dar testimonio de la persona bondadosa, inteligente y culta, y de su rol ejemplar como embajador en Venezuela en los últimos años del siglo pasado.

Más allá de la problemática político-diplomática, comercial y de otro tipo que afrontan las embajadas, como los requerimientos de miles de compatriotas, antiguos migrantes, en el caso de Venezuela, la gestión de Alfonso Barrera, con la magnífica colaboración de su esposa Julia, se caracterizó por su presencia honrosa en las reuniones culturales, científicas y sociales. La amabilidad y empatía que irradiaban como pareja y como ponderados anfitriones en su acogedor hogar fue ciertamente proverbial.

Las invitaciones frecuentes a los amigos ecuatorianos y de otros países se caracterizaron por el disfrute de charlas profundas y amenas, de sabrosa comida de las diversas regiones de Ecuador, y del placer de compartir con semejantes representantes. Los ecuatorianos afincados temporalmente en Venezuela por su trabajo en organismos internacionales de Naciones Unidas, OEA, CAF y otros sentían el orgullo de tener a pareja tan distinguida y capaz como embajadores.

Además de las actividades cotidianas, Alfonso Barrera se esforzó por mostrar la producción cultural de Ecuador, con sus propios actores, invitando, para que los venezolanos y compatriotas compartieran, a personalidades como Ángel Felicísimo Rojas, Raúl Pérez, el “Pajarito” Febres-Cordero y muchos otros. Allí se disfrutó de la música ecuatoriana interpretada y cantada por Pueblo Nuevo. Las emociones allí vividas, con las intervenciones oficiales del embajador, en grandes escenarios y de modo similar en su propia casa con su esposa Julia, traen a todos el recuerdo imperecedero de su gestión.

Al partir, con la misma serena valentía con que afrontó por años su problema de salud, Alfonso deja la valía de su familia, de su esposa Julia y sus hijos, su reconocida obra político-diplomática y literaria, y nos deja el orgullo de haberlo conocido como un ser extraordinario por su talento, su erudición, su bondad, que cumplió con su deber con la máxima calidad y entrega.

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