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El Telégrafo

Alexis Tsipras, esperanza griega para Europa

11 de febrero de 2014

@mazzuele

¿Partido sin movimientos o movimientos sin partido? La izquierda europea ha oscilado como un péndulo entre estos dos extremos, incapaz de situarse en una vía intermedia. Esta disyuntiva maniquea está anclada en prácticas políticas a las antípodas: la primera se centra en el partido, está obsesionada con la necesidad de gobernar y se despreocupa de mantener una conexión sustancial con el pueblo. La segunda, identificada con los movimientos, es difidente de las instituciones y tiende a privilegiar la autoorganización y la protesta.

De la primera, hacen parte tanto los partidos de la familia socialista europea, los cuales se han progresivamente entregado al abrazo mortal del neoliberalismo, así como el tropel de partiditos minoritarios y nostálgicos que aún agitan banderas rojas con la hoz y martillo. En la segunda recaen todos esos movimientos que han visibilizado con gran eficacia las deformaciones del capitalismo contemporáneo sin lograr ni rasguñarlo: los ‘indignados’ españoles son solamente el ejemplo más reciente.

La geografía de los cambios es siempre reveladora. El sitio donde la susodicha contradicción ha empezado a resolverse es justo ahí donde el neoliberalismo ha hundido un país entero: Grecia. Alexis Tsipras y la formación política Syriza son la nueva cara capaz de interceptar el descontento general y convertirlo en un sujeto político-electoral radical, no doctrinario y popular que no se contenta con porcentajes patéticos, sino que lucha abiertamente para gobernar. Según los sondeos, Tsipras podría ser el próximo primer ministro griego.

La crisis ha demostrado que es en el espacio comunitario donde se juegan las orientaciones políticas y económicas cruciales.En virtud de la excepcionalidad griega, Tsipras será el candidato de la izquierda a la presidencia de la Comisión Europea en las próximas elecciones de mayo. La importancia de esta ronda electoral es trascendente: la crisis ha demostrado que es en el espacio comunitario donde se juegan las orientaciones políticas y económicas cruciales. Es principalmente en el seno de las instituciones de Bruselas que se ha gestado una Europa alemano-céntrica, atosigada por las exigencias de estreñimiento fiscal, pero a la vez curiosamente misericordiosa con la banca despilfarradora.

Tsipras se pone, sin embargo, a la cabeza de un ejército desastrado. La izquierda radical europea no supera, en la mayoría de los países, los pocos puntos porcentuales. La esperanza es que el líder griego la haga salir del rinconcito asfixiante en el cual sobrevive dificultosamente, sobre todo en el sur de Europa, donde la austeridad de Ángela Merkel está costando más caro. Días atrás, en Roma, Tsipras ha logrado poner juntos a intelectuales, partidos, gente común que en la vida política nacional se miran con difidencia. En España, en cambio, Tsipras podría ser la cereza del pastel de una nueva iniciativa política, Podemos, que aspira a superar la marginalidad de Izquierda Unida y que, a través de uno de sus líderes, se ha referido a Rafael Correa como uno de sus modelos.

La lucha por el lenguaje es el principal desafío de la izquierda radical europea. La innovación de sus eslóganes y el abandono de lastres ideológicos que se repercuten en formas de militar impopulares son la conditio sine qua non para volver a tener un sujeto político retroalimentado constantemente por los movimientos.

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