“Lírico, sos un lírico”. La descripción encajaba para explicar la alineación que había elaborado un periodista en el mundial de Sudáfrica; el ejercicio obedecía a armar un equipo en base a los ex jugadores que ahora prestaban labores con medios de comunicación. Francescoli, Valderrama, Stoichkov y La Torre formaban la media cancha de este periodista, y le repetían: “Sos un lírico, te matan y ¿quién marca en esa alineación tuya?”.
Y la misma mentalidad de este periodista la tienen muchos técnicos que entienden y ven así el fútbol, sin importar el rival, sin hacer lecturas o análisis previos, lanzando todo su arsenal ofensivo.
No hay búsqueda del tan vital equilibrio que existe hoy en día en este deporte, que se volvió más friccionado y cerrado en los últimos años, quebrando la estética que siguen soñando muchos “líricos” que no se adaptan a la defensiva realidad, que domina gran parte del fútbol de hoy.
Bajo esa tónica es que sigo tratando de comprender a Juan Ramón Carrasco. Recuerdo su entusiasmo soñador y de gran discurso motivador cuando con el River Plate uruguayo se preparaba para medir a Liga de Quito; al final del día, su fiel propuesta ofensiva recibió siete severos golpes.
Nadie puede negar la experiencia y el mundo futbolístico vivido por Carrasco, las horas de camerino, canchas y otros escenarios de fútbol que no los tiene cualquiera.
El uruguayo lleva ventaja en su recorrido ante cualquier contrincante.
Pero así como nadie duda de esa condición, ahora casi todos coinciden en ver una realidad nada parecida a la que expuso Emelec en su último año de fútbol, más claro. ¿Cómo hizo Carrasco para destruir el funcionamiento de un equipo que obtenía resultados basados en el nivel de juego, que imponían jugadores de calidad?
¿Será que volvemos a los aspectos líricos que exponíamos al inicio de este escrito? ¿Será que Carrasco muere en su ley, basado en que muchas veces tiene resultados y tira a la basura la teoría del equilibrio de fuerzas en una alineación?
Los técnicos son campeones para cambiar el estado de ánimo de sus seguidores; pueden ser amados, objetos de rendimiento de culto, y en cuestión de días, ese mismo estratega que fue idolatrado puede pasar a ser candidato a la hoguera o guillotina. Ese volátil y peligroso razonamiento del hincha puede traer resultados nefastos para el normal desarrollo de las disciplinas deportivas de hoy.
Con el tiempo he llegado a casi certificar que cuando alguien firma su nuevo status como adiestrador, al mismo tiempo acepta también un formal decreto para ser necio.
¿Cómo hizo Carrasco para desarmar el rendimiento atractivo que tenía Emelec?
Al parecer, el uruguayo, se convirtió en lo que no pone en la cancha: un destructor de juego.