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El Telégrafo

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07 de enero de 2014

Después de la parafernalia pirotécnica y la hoguera a la que condenamos a los muñecos que simbolizan al año viejo, restarán las cenizas y se mantendrá en el ambiente el olor acre de la pólvora de los petardos que contamina el aire irritando las membranas respiratorias. Esta  molestia pasajera (que pasa desapercibida) no tiene el peligro de la amenaza planetaria que significa la contaminación atmosférica provocada por los efectos de los denominados gases de invernadero.

El efecto invernadero se produce en la atmósfera de la Tierra, la cual es traspasada por las ondas luminosas de alta frecuencia de la energía del Sol al llegar a la superficie de la Tierra y las devuelve en forma de ondas más lentas  (infrarrojas)  reteniendo energía en forma de calor en algunos gases atmosféricos, gracias a los cuales la temperatura media en la Tierra es de unos 15ºC.  Si la atmósfera no existiera sería de -18º C.

Este efecto benéfico  de la atmósfera que permite la vida sobre la Tierra ha ido perdiendo su equilibrio desde mediados del siglo XIX (Revolución Industrial) por los excesos de la utilización de combustibles fósiles que emiten dióxido de carbono (CO2).

El CO2 es el principal responsable del cambio climático, consecuencia de la quema de carbón, petróleo y gas para producir energía fundamentalmente en los países industrializados.

El informe sobre el Desarrollo Humano 2007/2008 (PNUD) expresa en números este peligro:

• Se necesitarían nueve planetas como la Tierra para absorber todo el carbono del mundo, si todas las personas llevaran el mismo estilo de vida de gran consumo de energía de los habitantes de los Estados Unidos o Canadá.

• En promedio, 1 de cada 19 personas en un país en desarrollo será víctima de un desastre climático, en comparación con 1 de cada 1.500 en un país de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).

• Los 19 millones de habitantes de Nueva York tienen una mayor huella de carbono que los 766 millones de habitantes de los 50 países menos adelantados.

• El cambio climático puede afectar toda la vida de una persona: en Níger, un niño que nace durante una sequía tiene una probabilidad 72 veces mayor de quedar discapacitado que un niño nacido en un período normal.

La necesidad  de reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero en los países industrializados un 30% para el año 2020, y un 80% para el año 2050, resulta imprescindible para que la temperatura global no aumente más de 2ºC respecto a las temperaturas preindustriales.

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