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El Telégrafo

Akulliku, Atpdea y matriz productiva

03 de julio de 2013

Los usos geopolíticos y hasta ideológicos del comercio internacional se ponen cada vez más en evidencia. Hechos de la coyuntura, de distinta escala, algunos aparentemente no interrelacionados, son en realidad parte de un tejido de poderes e intereses globales en medio del cual Ecuador y países hermanos disputan soberanía, no solo simbólica sino material, económica.

Así por ejemplo, el mismo día en que el Gobierno ecuatoriano anunció su renuncia unilateral al Atpdea -en respuesta a las amenazas norteamericanas ante un eventual asilo al denunciante de las atrocidades de su sistema de espionaje-, tuvo lugar en Quito la III Conferencia sobre la Sagrada Hoja de Coca. Triunfo del Akulliku, organizada por la Embajada del Estado Plurinacional de Bolivia; ambos hechos tienen que ver con producción, comercio, construcción de figuras de delito, premios y castigos “de mercado” manejados desde el norte.

La citada conferencia celebró el triunfo del akulliku, es decir la despenalización internacional de la práctica tradicional boliviana de masticar hojas de coca, planta de singulares cualidades como alimento y medicina, cultivada y consumida por siglos en los Andes, e incluida desde 1961 en la lista de estupefacientes por la ONU, en una inaceptable confusión con la cocaína. Para sus productoras(es), defender la hoja de coca en condiciones tan adversas y desiguales  ha sido no solo un desafío de enormes proporciones, sino un camino con logros históricos inéditos: las y los campesinos articulados inicialmente en esa causa han liderado la transformación del país en curso, llegaron a ser gobierno con el MAS y han posicionado temas estratégicos -como la defensa de la Pachamama- en el escenario internacional.

Cuando hablan de la hoja de coca, las(os) bolivianos parecen enfatizar en las dimensiones rituales, pero ofrecen información de fondo sobre aspectos ecológicos, agrícolas, nutricionales, de procesamiento e industrialización. En su tradición -que ofrece pautas de futuro- no se separan los aspectos materiales de los rituales, están integrados, son inseparables. Esto nos enseña a ver la producción como un proceso integral de vida, no como un hecho de mercado en el que todo empieza y termina con el dinero y donde las(os) actores productivos reales se invisibilizan y son suplantados por “empresarios”, por “inversionistas”, nombrados y convocados en calidad de “sectores productivos” para tomar decisiones económicas que atañen al país.

El de la hoja de coca es un caso de decisiones y capacidades productivas sancionadas a nombre de un combate al narcotráfico según esquemas injustos y fallidos, es un caso de potencialidades industriales y comerciales positivas negadas por una geopolítica perversa, que obliga a que Bolivia continúe su lucha por la total despenalización de la hoja de coca, hecho que no solo beneficiará a ese país sino a toda la región andina.

En parecida intersección se ubica también el caso de las preferencias arancelarias concedidas en su momento a Ecuador como “premio” por los logros en el combate al narcotráfico, que han operado no solo como factor de control o chantaje geopolítico, sino como elemento de distorsión productiva, pues en función de llegar a ese mercado “ventajoso” se ha optado por favorecer internamente la producción de, por ejemplo, flores,  en detrimento de alimentos para el consumo local o incluso para la exportación, con una generación de empleos espuria, que ha supuesto la anulación de unidades y capacidades productivas propias ahí donde esas plantaciones se han localizado, además, con elevados costos energéticos y de agua hasta hoy no considerados, con inversión pública orientada a asegurar su competitividad. Todo un círculo vicioso que no se refleja en mal calculadas cifras monetarias de ingresos y ganancias.

Y son estos los asuntos a ventilarse en el cambio de matriz productiva: no se trata solo de sustituir unos productos por otros, sino de redefinir las relaciones de producción y de comercio, en todas las escalas, de modo que decidamos soberanamente qué y cómo producir, potenciando saberes y capacidades propios, integrando otros, maximizando el comercio internacional como medio, como instrumento para los fines del Buen Vivir, no como imperativo que lleva a aceptar cualquier condición y esquema de sometimiento.

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