La experiencia dice que no se puede mezclar el agua con el aceite. Y si llegara a lograrse, el agua quedaría turbia y el aceite inservible.
Algo parecido a lo que sucede en la política cuando se mezcla un pseudo comunista del MPD (con el perdón de los marxistas-leninistas) con un auténtico curuchupa socialcristiano: los dos quedan enturbiados por falta de autenticidad.
Si la mezcla es de más de dos naturalezas, con cada ingrediente distorsionante, la corrupción de lo mezclado, además de ir enturbiándose, se va volviendo viscosa y pestilente.
Y como es un proceso de descomposición, la mezcla termina circulando por los canales de aguas servidas y pútridas.
Por eso es que ni entre ellos se soportan y cada vez se hace más difícil, casi imposible, que circulen juntos para llegar a alguna meta.
A la oposición venezolana le costó 12 años de presunto entrenamiento para soportarse mutuamente y eso que el odio al comandante Chávez era tan fuerte y contundente, que lograba neutralizar la germinación de pésimos olores.
En el Ecuador, a los dirigentes indígenas que tuviesen un poquito de memoria, les debe ser muy desagradable andar cogidos de gancho con los dirigentes del MPD, que tan tenazmente se opusieron en 1990 a la institucionalización de la educación intercultural bilingüe, cuando vociferaban desconociendo la capacidad de los docentes indígenas para administrar y proveer la formación de la niñez y juventud en su propio idioma ancestral.
Quedaron los emepedistas eternamente resentidos contra los dirigentes indígenas por haber luchado por una causa tan racional, pedagógica y justa, como que la educación inicial fuese impartida en la lengua materna, y porque les quitaba poder a su UNE.
Y ahora incrementan el enganche por encima de las supuestas profundas diferencias ideológicas y sociales, como juntarse con las élites económicas, bancarias, de naturaleza derechista.
Es admisible entender el trabajo que le costará, por ejemplo, a ese aristócrata ex Presidente de la sucretización de las deudas de su argolla amiga, sentarse en la misma mesa a comer un plato de chugchucara junto al compañerito de poncho, al tiempo de que afloran las ambiciones personalistas de casi todos los promotores de bañarse en esas aguas turbias.
Para materializar el accionar opositor convocan a movilizaciones y marchas mezclando odio con ideologías, rencores con propuestas, mentiras con utopías, resistencia con ambiciones.
Las sanas ambiciones son loables cuando persiguen el bien común, pero son peores que las aguas turbias cuando responden a bastardos egoísmos personales.