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El Telégrafo

Agua y agricultura

26 de diciembre de 2011

El agua, elemento indispensable para la vida, su aplicación en el riego suscitó el desarrollo de la Agricultura, actividad que inicio la civilización humana.

El riego se utilizó 6.000 años a J.C., tiempo en el cual las primeras comunidades agrícolas prosperaron en la Baja Mesopotamia, aumentando el rendimiento de los cultivos significativamente superiores en relación a los que se obtenían en las zonas de agricultura de secano de la Alta Mesopotamia, zona hacia donde extendieron los regadíos.
La ampliación de la zona de riego sin el conocimiento suficiente de los efectos a controlarse produjo el encharcamiento y la salinidad de los suelos, constituyendo la advertencia sobre el manejo del riego.

La actividad agropecuaria es actualmente en el mundo la mayor consumidora del agua, con un 70% del volumen total, y financieramente para su implantación necesita fuertes inversiones, como ejemplo tenemos que en China, Indonesia y Pakistán, el riego utiliza la mitad de la inversión agrícola y en los años ochenta acaparó casi el 30 por ciento de los préstamos agrícolas del Banco Mundial, presentando serios problemas para la recuperación de estas inversiones, constituyendo en los años anteriores al 90, motivo de preocupación y el debate sobre la ineficiente capacidad para recuperar las inversiones financieras realizadas en el riego.

En la Conferencia Internacional sobre el Agua y el Medio Ambiente (ICWE), patrocinada por las Naciones Unidas (1992) en Dublín (Irlanda), se expresó que “el agua es un recurso cada vez más escaso y valioso, siendo preocupante que aún no se acepte que las reservas de agua no son infinitas y que a la creciente escasez, añadida al aprovechamiento deficiente del agua dulce por las pequeñas comunidades y las grandes urbes, así como la de sus diferentes usuarios: agricultores, industriales, constituyen una grave amenaza para el desarrollo del uso sostenible del agua”.

Y como consecuencia se está deteriorando la calidad del agua de superficie en las principales cuencas, y los residuos urbanos, agrícolas e industriales contaminan  desde la superficie las aguas freáticas, deteriorándose irreversiblemente.

En el Ecuador, situaciones similares a las indicadas cada día son más frecuentes, originando conflictos de administración y problemas de contaminación del agua, los cuales se van sumando. Esperamos que no rebasen la capacidad de  manejo para solucionar los problemas por las autoridades del agua.

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