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El Telégrafo
Melania Mora Witt

África

25 de octubre de 2014

Aunque se afirma que el Continente Negro fue el origen de la especie humana, en contadas ocasiones se lo tiene presente y casi siempre por problemas que afectan en forma casi endémica a sus sufridos pobladores: conflictos tribales que dejan de cientos a miles de muertos; liderzuelos crueles que oprimen a sus conciudadanos; olas permanentes de migrantes que buscan en Europa la posibilidad de sobrevivir y que a menudo perecen en el intento, todo lo cual configura una imagen negativa, que la mayoría prefiere ignorar. No falta la opinión de quienes sostienen que su edad histórica corresponde a la barbarie y que no puede ser considerada parte de la humanidad civilizada.

En estos días el ébola, con su amenazante rostro, atrae la atención mundial, pero no precisamente por el dolor que la noticia de los 4.500 fallecidos últimamente en Liberia, Sierra Leona y Guinea, de más de 9.000 afectados, pudiera causar. El contagio de la enfermedad a España y Estados Unidos ha desatado la histeria mundial, que se expresa de diversas formas.

Antes de analizar esas reacciones, cabe preguntarse el  porqué de la multitud de problemas que han asolado a ese conglomerado condenándolo a la miseria y la desesperación. La situación africana no puede desmarcarse de los siglos de coloniaje europeo, en los que se dividió inconsultamente su territorio y se lo despobló con el esclavismo, fuente de la acumulación originaria que hizo posible el surgimiento del capitalismo. Hasta mediados del siglo XX gran parte de su vasta extensión se apellidaba francesa, inglesa, belga, holandesa, italiana. Después de la Segunda Guerra Mundial, una vigorosa ola independentista permitió que Egipto y Argelia, entre otros países, obtuvieran su independencia tras sangrientos procesos. Sin embargo, solo a fines de la pasada centuria Sudáfrica se liberó del apartheid.

Como señala certeramente la periodista brasileña Eliane Brum, la conmoción por la epidemia del ébola nace a partir de su propagación a otros países. Mientras estuvo confinada al África, no mereció la atención del mundo.  Ahora un viajero procedente de esa región se convierte en sospechoso y es tratado como enemigo público, tal como aconteció en Brasil, en donde se vulneraron los derechos del presunto contagiado, al tiempo que se sumaban voces pidiendo que se impidiera a cualquier africano el arribo al país. Brum expresa que la verdadera enfermedad es la xenofobia.

No obstante, se trata de una amenaza real y los países y organismos como la ONU toman medidas. En La Habana se realizó el primer encuentro de la Alba y se han decidido acciones para prevenir su propagación. Nuevamente Cuba ha sido la primera en enviar un contingente de 255 médicos y salubristas a la región. Tal acto ha merecido el reconocimiento de la OPS y OMS, y del secretario de Estado norteamericano, John Kerry. Incluso el NY Times ha pedido un cambio de actitud hacia la generosa Cuba.

La lección del ébola consiste en que no se puede desatender a África, bien por convicción humanista o por simple pragmática, pues su rezago nos pone en riesgo a todos en el mundo.

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