Publicidad

Ecuador, 23 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Daniela Ángela Leyton Michovich

Afganistán: Inocencia y vidas arrebatadas

05 de noviembre de 2021

La crueldad contra las niñas y mujeres, ahora exacerbada por la toma talibán, sumadas al hambre y la pobreza, ha empujado a los patriarcas afganos a vender a sus hijas hasta por $2.000 oferta para cualquiera que tenga el dinero para pagar por ellas, acto que retrata el desprecio y la cosificación de su existencia, una triste realidad de larga data.

En Afganistán, la venta de niñas y mujeres a hombres mayores, como violencia naturalizada, es justificada por los agresores  mediante la “costumbre”: la  lectura e interpretación conveniente de la Sharía, el Pashtunwali y una complejidad de códigos o reglas tribales diversas que habitan en el territorio. Estas prácticas violentas y feminicidas encuentran un lugar de reproducción ideológica en las madrazas, que en el caso talibán son financiadas principalmente por Pakistán y Arabia Saudita.

Las formas de resistencia de parte de las niñas y de las mujeres afganas antes de la toma talibán, fueron varias, entre algunas estuvieron las escuelas clandestinas, el arte y las alianzas entre ellas, acciones que permitieron un avance importante en cuanto a la inclusión de las niñas y de las mujeres en algunos espacios como el  educativo.

Ahora bien, algunas lecturas consideran que prestar atención en la vulneración de los derechos de las niñas y mujeres afganas, es un mecanismo estratégico que permite a los Estados Unidos justificar la intervención en el territorio. Este argumento refiere que la intervención es un intento civilizatorio, una imposición cultural,  porque resulta que  la carta de Derechos Humanos (occidental) no es compatible con las forma de organización y relacionamiento tradicional afgano.

De esta y muchas más formas, se vela históricamente lo que se está librando desde hace varias décadas en este territorio: una guerra que administra el cuerpo y la vida de las niñas y de las mujeres. Se trata de una guerra que las deshumaniza, mientras en su narrativa invisibiliza las violencias que son lideradas por diversos actores: desde los ex soldados soviéticos, la policía afgana (apoyada y entrenada por fuerzas militares de Estados Unidos), hasta el régimen talibán. Por otro lado, valientes libros e informes testimoniales dan cuenta del pacto patriarcal entre los fundamentalistas y los soldados norteamericanos, testigos silenciosos de estas aberraciones, quienes lejos de algún aura inocente, también protagonizaron violaciones en contra sus colegas militares mujeres en Afganistán, mostrando que la guerra se libra con múltiples víctimas.

Esta guerra contra las niñas y mujeres muestra un futuro sombrío, aún no se han planteado estrategias concretas de sanciones internacionales con la finalidad de colaborar en detener estos abusos, acción ya sugerida por los expertos en seguridad el pasado mes de agosto, quienes   instaron a tomar acciones acordes  que  activen el capítulo VII de la Carta de la ONU.

Ahora bien,queda claro que el uso de la fuerza como único y principal mecanismo no permitirá una solución estructural a largo plazo, tarea que requiere del concurso de actores clave que desde su posición de poder (regional,local, tribal) pueden adoptar acuerdos y prácticas que re-signifiquen las formas de relacionamiento social, más cerca del respeto a la vida y dignidad humana de las niñas y mujeres.

Contenido externo patrocinado