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El Telégrafo

Adiós a un patriota universal

12 de diciembre de 2013

Nelson Mandela, el más insigne símbolo de la resistencia contra el apartheid sudafricano, ha rendido tributo a la vida, cerrando una historia de 95 años de existencia marcada por el dolor, la aflicción y la gloria.

Madiba, como lo conocían en su pueblo, no tuvo que esperar la muerte para conocer el Paraíso, porque desde hace más de una década la gente rodeaba su casa y cantaba o recitaba su cariño para el más universal de los hombres, el líder más querido de la humanidad, un verdadero príncipe con espíritu de paz, para quien el perdón fue la piedra angular sobre la que reconstruyó a su país.

Por oponerse al régimen discriminatorio de los blancos, Mandela soportó una prisión de 27 años. Al salir en libertad, en febrero de 1990, pronunció una de sus más profundas reflexiones: “Lo que cuenta en la vida no es el mero hecho de haber vivido. Son los cambios que hemos provocado en las vidas de los demás lo que determina el significado de la nuestra”.

Fiel a una filosofía de vida que privilegiaba el sentido de la igualdad, Mandela predicó desde la cárcel un mensaje de paz. Porque tenía la profunda convicción de que la igualdad social era la única base para labrar la felicidad humana. Al evocar esos tiempos de resistencia a la segregación racial, recordaba: “Lo que saqué fue la habilidad de llevar a cabo una lucha sin violencia, de una forma disciplinada”.

Por su convicción de que los conflictos pueden y deben resolverse pacíficamente mediante el diálogo, al ser llevado a la presidencia de su país por su pueblo en 1994, Mandela se convirtió en el abanderado del perdón, la reconciliación y la igualdad, a él se debe el ingreso de Sudáfrica a un modelo democrático más incluyente.

Durante su gobierno, dio una lección al mundo que lo catapultó a la inmortalidad, pregonando: “Es con el perdón como se construye, el odio solo crea barreras y violencia, la superioridad del ser humano está en el perdón, que lo distingue de la locura guerrerista y violenta de sus adversarios”.

Reconstruir las bases para una convivencia pacífica y productiva entre los ciudadanos, sin distinción del color de la piel, y proscribir otros prejuicios que hacían del apartheid una figura que se encarnaba en ‘la pistola y el verdugo’, sacaron a Sudáfrica de las cenizas de una guerra que la descarnaba y la desintegraba.

La vida de Nelson Mandela se extinguió, mientras su figura histórica trascenderá la muerte. Su legado reposará para siempre en la memoria colectiva de los hombres, ese lugar intangible donde se anidan los recuerdos de los grandes héroes de la humanidad, en la misma dimensión en que se colocan los nombres de Mahatma Gandhi, Abraham Lincoln, Simón Bolívar y otros líderes que transformaron la política en un instrumento para promover el crecimiento material y espiritual de sus naciones.

Premio Nobel de la Paz, hombre de gran corazón y de profunda fe en Dios, a Nelson Mandela lo recordaremos siempre como un grandioso soldado de la paz y patriota universal.

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