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El Telégrafo

Adelante Universidad de Guayaquil

04 de diciembre de 2013

La comunidad universitaria y el país en su conjunto han sido impactados por la categorización de las universidades del Estado y las otras.

El resultado de la evaluación es alarmante. Tan solo 3 están en el nivel A. Ninguna se ubica entre las 1.000 mejores del mundo.

Se informa que los evaluadores seleccionados por el Ceaaces han utilizado 46 indicadores de 5 grupos: academia, eficiencia académica, investigación, organización e infraestructura.

Un gran objetivo del Gobierno ha sido promover el conocimiento liberador, la investigación y la innovación para el cambio productivo; allí juega un papel fundamental la revolución del sistema educativo y científico y, dentro de él, la Universidad de excelencia, para ampliar las oportunidades, elevando su calidad, profundizando la democratización, como vínculo directo para el pleno desarrollo de las capacidades sociales y las oportunidades laborales.

Apunta también a la construcción de un ‘sistema de aprendizaje innovador y creativo’, con un nuevo régimen universitario que se constituya en ‘eje prioritario del sistema de innovación social’.

Esto implica cambios radicales en el mismo y sus componentes, pues históricamente ha sido reproductor de la diferenciación social y del sistema económico caduco, al servicio del viejo poder, dependiente y subordinado.

Pocas excepciones y ensayos reformistas puede mostrar la universidad ecuatoriana, que además fueron interferidos y liquidados por el mismo sistema.

En este marco todos debemos aunar esfuerzos para mejorar la formación del talento humano, desde la escuela hasta la universidad, la productividad del país, fortalecer los valores culturales, la democracia, a fin de alcanzar los objetivos nacionales.

El carácter laico y gratuito de la educación pública, los recursos económicos que se asignan, el sistema de becas, los científicos y académicos que se incorporan y los convenios internacionales son parte de las líneas de acción asumidas.

La Universidad de Guayaquil, la más grande del país, con más de 70.000 alumnos y 3.000 docentes, con 146 años de existencia, ha jugado su rol; su aporte ha sido positivo para el desarrollo del país, no obstante que en distintos momentos ha sufrido duros golpes que obstaculizaron su mejor organización y la alejaron de sus objetivos. El mismo Estado la saboteó tantas veces, por distintas vías. Ha tenido y tiene serios problemas. Ha sido ubicada en la categoría D, la más baja. Sus autoridades demandan del Ceaaces la información detallada de la evaluación para ‘corregir y mejorar’.

Es justo el pedido, se debe despejar dudas sobre la metodología y la interpretación correcta de los indicadores.

Con conocimiento pleno de sus límites y problemas, afirmo que debe ser preocupación colectiva el superarlos; hay que tener certezas de su ubicación, por debajo de decenas de otras, inclusive las que salieron de sus entrañas.

Hay dudas sobre las formas universales de evaluación que pueden conducir a ubicar mejor a pequeñas universidades, de propiedad privada enmascarada, con pocos alumnos que pagan altas pensiones y tienen empleos asegurados en empresas propias o de sus amigos; pocos docentes bien calificados y mejor remunerados, con unos cuantos locales bien mantenidos y equipos modernos, posibilidades de becas y rígidos esquemas organizativos empresariales y disciplinarios. En cambio otras, grandes, aunque tengan miles y miles de alumnos y profesores brillantes, eliminados los ‘malos’ y con diversidad de carreras, proyectos de investigación, bibliotecas, publicaciones, etc., pueden ser ubicadas en los últimos niveles.

En cualquier circunstancia se debe corregir y mejorar. La Universidad de Guayaquil saldrá adelante, es lo que conviene al país.

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