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El Telégrafo
César Hermida

¡Adelante, Universidad Central!

08 de marzo de 2014

En el siglo XVI los españoles no trajeron de Europa el Renacimiento sino la Edad Media. La espada de los soldados instauró el nuevo Estado. La cruz de las órdenes religiosas evangelizó para salvar las almas de los indígenas. Se construyeron miles de iglesias sin que importara la necesidad de caminos, acueductos para alimentación y siembras, viviendas. El trabajo serviría para los colonizadores.

En ese contexto los religiosos fundaron las universidades con la cultura eurocéntrica, androcéntrica, etnocéntrica, que en la república siguió enseñando que la persona culta o civilizada era aquella que seguía esos dictados. La universidad, recibiendo desde afuera dicha cultura, produjo hasta hoy, con la ciencia occidental, los profesionales y especialistas que requería el mercado capitalista. Incluso pensó volverse ‘extramural’ para llevar esa ideología al resto de la población.

Pero la cultura occidental vive hoy, según su propia ciencia, una ruptura epistemológica, una crisis de paradigmas, como crisis global del sistema, de la barbarie que antes se creía propia de estos lares.

En ese contexto la universidad ecuatoriana tiene ahora retos trascendentes, y la Universidad Central, que ha elegido como rector a Fernando Sempértegui, hombre inteligente, formado a cabalidad, con notable experiencia, debe asumir la responsabilidad de mirar hacia afuera. Pero primero afuera de aquí mismo, hacia los principios ancestrales del Sumak Kawsay como vivencia y sabiduría que ha perdurado por 500 años. Con ese bagaje de estudios y debates podrían ir, profesores y alumnos, a los mejores centros del mundo para compartirlos. Esos centros ofrecen la relacionalidad con docentes y alumnos, pues lo ‘último’ y ‘de punta’, en las ciencias y en la tecnología, llega ahora acá de inmediato, y las bibliotecas son ahora virtuales. La investigación priorizaría esa perspectiva propia para los servicios, con quienes debe dialogarse para mejorar la preparación profesional.

El aporte latinoamericano, con sus propias ideas y principios, no es una utopía para un eventual ‘cambio civilizatorio’. El nuevo rector, con un equipo que maneje a cabalidad sus propuestas que incluyan estos principios genuinos (sin que su trabajo se vea perjudicado por las antesalas o las reuniones frecuentes e improductivas) transformaría el papel de la Universidad que, ahora más que nunca, resulta histórico para la construcción de su futuro en un escenario nacional e internacional político y científico difícil.

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