El que los trabajadores de la hacienda La Clementina -hacienda incautada a la Exportadora Bananera Noboa debido a no pagar por el impuesto a la renta un monto superior a los 93 millones de dólares- puedan realmente comprarla es un hecho significativo en la lucha por la democratización de los medios de producción, la democratización de la propiedad privada.
Son cerca de dos mil trabajadores que serán dueños de las doce mil hectáreas y que se convertirá en un referente de lo que debería suceder en el país con mayor intensidad. Porque Ecuador requiere un proceso mayor de democratización de los medios de producción porque sin esto no es posible avanzar hacia una sociedad más equitativa, más justa que tenga como centro la reproducción de la vida humana y natural y no el capital. Sin embargo, hay que prever que estas acciones necesarias que fortalecen la justicia en el país no deriven en nuevas formas de acumulación privada, sino que fortalezcan la redistribución de la riqueza social y que nos lleve como sociedad al socialismo del buen vivir.
Es decir, que Ecuador aún demanda mayor celeridad en una revolución agraria a todo nivel y escala. Porque sin esta revolución no será posible el éxito de un modelo de industrialización selectiva de importaciones; una revolución agraria es vital para generar procesos endógenos que se conviertan en la pieza estructural desde donde se sostenga sistémicamente una nueva matriz productiva. No olvidamos los ingentes esfuerzos que se han hecho para preparar al país, pero sin duda el tema agrario es un tema pendiente y urgente de resolver sin perder más tiempo.
Solo de esta manera un proyecto político que ha recibido un inigualable apoyo ciudadano podrá consolidarse a largo plazo; donde el país requiere alcanzar lo más difícil: un pacto social duradero, sólido, lo suficientemente fuerte como para doblegar cualquier intento de cambiar el rumbo de las transformaciones. Solo de esta manera Ecuador podrá salir de la pobreza con objetivos claros, realistas, más que basados en una imaginería ideológica como postula cierta oposición.
Los nuevos dueños de La Clementina deben dar ejemplo no de ser nuevos propietarios sino de fortalecimiento organizativo-político e ideológico que pueda dar pistas de los modos que el llamado poder popular tendría en el país, porque no se trata de buenas intenciones ideológicas sino de estructurar organizaciones que defiendan un proyecto político a largo plazo más allá de sus actuales líderes. Solo así, con la democratización de los medios de producción, nos podremos acercar a un socialismo con características ecuatorianas y con la decisión política de los ecuatorianos.