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El Telégrafo
Víctor Mendoza Andrade

Academia y desarrollo agrícola

04 de marzo de 2014

Las instituciones de posgrado para capacitación agrícola de los trópicos americanos son de reconocida solvencia científica y académica. Rigurosas en su disciplina y evaluaciones. Sin embargo, al analizar su transcendencia con respecto al desarrollo de los países en donde están establecidas, su contribución ha sido modesta.

Esta apreciación no tiene relación con la excelencia profesional adquirida por sus graduados, puesto que los principios científicos son ecuménicos, en cambio, las tecnologías de aplicación están relacionadas con los objetivos esperados de su aplicación. En el caso de la explotación de los trópicos se orientan a obtener los mayores resultados financieros de la exportación de productos al menor costo posible. Al respecto es necesario reconocer que la investigación para la obtención de tecnologías es costosa, sin embargo no existe equidad para lograr que los bienes obtenidos también beneficien el desarrollo de la sociedad donde se producen.

En la década de los sesenta, en nuestro país, la investigación agrícola tomó un notable impulso. Las estaciones experimentales obtuvieron apoyo de las entidades de crédito internacional para el desarrollo, lo que aparentemente significaba un trato preferencial financiero (bajos intereses, años de gracia, plazos largos). Las líneas de investigación estuvieron orientadas a los cultivos de exportación permanentes y anuales, como son arroz y maíz, entre los más notables. Los programas se realizaron dirigidos por excelentes profesionales, donde no faltaron los egresados de los institutos internacionales anteriormente indicados, y consistían en revalidar las semillas mejoradas y los paquetes tecnológicos obtenidos por la denominada Revolución Verde. Los resultados fueron evidentes: la productividad aumentó notablemente. En las estaciones experimentales se verificó el milagro y los técnicos cumplieron exitosamente su trabajo. En cambio, en el colectivo de campesinos, pequeños agricultores, no sucedía lo mismo: alejados de la noticia y del financiamiento que requerían los nuevos paquetes tecnológicos -no pasaba nada-, el deterioro de su calidad de vida se mantenía permanente.

Y es que el problema no es únicamente técnico, es también político. La solución pasa por lograr que el conocimiento académico logre permear la realidad inequitativa que afronta el pequeño agricultor del tercer mundo con respecto a las imposiciones de los países industrializados.

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