El general Eloy Alfaro, el último Presidente del siglo 19 y el primero del siglo 20, combatió por 50 años, por la democracia, el progreso, la justicia y el desarrollo.
El 28 de enero de este año se cumplen 100 años de su asesinato, en la “Hoguera Bárbara”, que cerró una larga historia de lucha y de transformaciones profundas que liderara este héroe de la democracia ecuatoriana, con montoneras y guerrillas, apoyadas por los pueblos, especialmente de la Costa, en heroica lucha contra los terratenientes feudales y sus gobiernos oligárquicos, que en maridaje con el clero retardatario sojuzgaron y envilecieron a las masas, condenando al país al atraso.
Alfaro es un referente histórico de la democracia real, laicismo y equidad; inició la construcción de un nuevo Estado y desarrolló una política de relaciones internacionales soberana y de dignidad. Su lucha le costó carcelazos, exilios, destierros, sufrimientos y combates por doquier. Se propuso cambiar y en alto grado logró eliminar la servidumbre, el concertaje, la privación de libertades. Logró romper el maridaje entre Iglesia y Estado que beneficiaba a los grandes terratenientes, la confiscación de los bienes eclesiásticos, la abolición del catolicismo como religión oficial, la enseñanza laica y el divorcio.
Alfaro nutrió las doctrinas políticas que defienden la libertad y la democracia. Todo lo que representaba tiranía combatió sin descanso; por eso luchó contra una decena de gobiernos conservadores y de liberales traidores, creó el liberalismo radical, en contra de la opresión, atraso y abuso, corrupción, fanatismo religioso e injusticias. Buscó la transformación radical del Ecuador, y en buena medida lo logró.
Por eso y más lo asesinaron. Su cuerpo fue mutilado, arrastrado por las calles y finalmente incinerado en la “Hoguera Bárbara” en el parque El Ejido, en Quito.
En este año, en plena etapa de transformaciones, en la conmemoración de un siglo de ese crimen organizado por la derecha retardataria, la fracción oligárquica del liberalismo y las cúpulas extremistas de la Iglesia, debemos honrar la memoria de ese luchador incansable, reanudando nuestro credo democrático, luchar por el progreso social, la soberanía plena, integración de América Latina, liquidación de la explotación y sus raíces capitalistas, construcción del socialismo, organización de una economía productiva y una política social redistributiva; en suma, la revolución con la participación de las masas, que demandan una organización política sólida, de principios, tarea de Alianza PAIS.
Alfaro está presente en la construcción del Estado democrático, en la Revolución Ciudadana, que nació bolivariana y alfarista, y así continuará.