Ningún calendario hace el cálculo de los tiempos hacia el pasado, las cuentas regresivas de los sucesos fundamentales de una nación y su rememoración le corresponden a la historia, aun y a pesar de las mudanzas que de estos mismos hechos han realizado y aún lo hacen algunos historiadores y políticos aldeanos que todavía flotan lamentablemente en nuestros lares.
El 5 de mayo de 1895 es de data sumamente importante, no solo para la provincia de Manabí, lo es para la patria toda. En ese día se produce el pronunciamiento del cantón Chone proclamando al “benemérito y denodado manabita general Eloy Alfaro, jefe supremo del Ecuador, delegándole todas las facultades y poderes que sean necesarios para la prosecución de una honrada regeneración política”, según lo testimonia el documento ideológico que sustentó el levantamiento armado de Manabí, que generó la llama insurreccional de los siguientes combates que culminaron con la victoria de Gatazo, que posibilitó el triunfo de la revolución alfarista.
Dicho alzamiento se produjo un mes antes del 5 de junio del mismo año -acontecimiento- cuando el pueblo de Guayaquil obligó a los “gran cacao”, herederos de la nefasta “argolla”, a pedir el regreso del “Viejo Luchador”, para que venga desde Nicaragua -donde se encontraba- a encabezar la lucha insurreccional contra “esa escuela de vicios y depravaciones que eran los gobiernos derechistas”, y estoy cierto lo serán siendo por siempre.
Se podrá argumentar, y de hecho se lo ha hecho, ¿por qué una insurrección civil militar como la de Chone tuvo tanta significación en la vida del Ecuador, cuando se trata de una región alejada de los centros de poder?, y más bien fue la declaración guayaquileña llamando al general Alfaro la verdaderamente decisoria para la transformación liberal que más tarde se realizó.
En realidad ambas efemérides son sustanciales y merecen el respeto y el reconocimiento nacional, por lo popular y heroica que fue su génesis, sin embargo, es relevante señalar que la rebelión chonera y manabita, luego de triunfos militares importantes, en “Los Amarillos”, “Loma Alta”, donde murieron heroicamente muchos combatientes, entre otros el luchador internacionalista Ramos Indurarte, en menos de un mes llegó a los extramuros de la urbe porteña, rodeándola, cortando los abastecimientos y comunicaciones, y forzando la decisión de la vacilante y oligárquica “Junta de Notables” a proclamar a Alfaro como Jefe Supremo.
Aunque ellos, comprometidos con la fuga de los causantes de la “venta de la bandera”: Caamaño, que protegido viajó al exterior y Flores, refugiado en la fragata norteamericana “Rangers” surta en la rada; maniobraron hasta el final para que el “Viejo de Montecristi” fracasara en su intento revolucionario, derrotados a medias, oportunamente se integraron como beneficiarios de los gobiernos liberales, surgidos de la sangre montubia e india del pueblo insurgente, y más tarde seguramente fueron cómplices de la “Hoguera Bárbara”.
Hace algún tiempo, la actual Asamblea Constituyente declaró al 5 de mayo de 1895 como fecha histórica singular.
Cuánta justicia, razón y conciencia hay en ese gesto, a pesar de ser tardío.