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El Telégrafo

2014: año electoral

07 de enero de 2014

Los ecuatorianos acabamos de disfrutar de un largo feriado a propósito del Año Nuevo. Se aspira a que con esos días de descanso y sosiego tengamos las energías recargadas y todas las buenas intenciones para el devenir de este 2014.

Los balances, resultados y tareas pendientes nos sirven de elementos motivadores para continuar con nuestro tránsito efímero en la compleja dimensión humana. Es menester que podamos a cada instante derrotar al pesimismo, con promesas cobijadas de actitud optimista, más aún cuando tenemos a las puertas un ciclo cronológico en ciernes.

Es impostergable que hayamos repasado lo positivo y negativo de los 12 meses transcurridos como un ejercicio de autocrítica y con el afán de generar vientos de renovación individual. Las personas invocamos los mejores deseos al inicio del año, en la perspectiva de que los mismos redunden en la conducta cotidiana. Más allá de la nostalgia y la anécdota, lo que queda son aprendizajes esenciales en el complejo entendimiento vivencial.

Ahora, en nuestro país, 2014 tiene como escenario inmediato la realización de las elecciones seccionales a fines de febrero. Evento propicio para conocer los perfiles de los postulantes, su trayectoria y recorrido en la arena política, y, sobre todo, para analizar sus propuestas y planes de trabajo.

Con el inicio de la campaña viene un período en donde la gente tiene la corresponsabilidad de seleccionar a sus potenciales autoridades en la parroquia, en el cantón y en la provincia, y, especialmente, profundizar en la deliberación de los planteamientos presentados por los candidatos(as).

Asimismo, las tiendas partidarias deben propiciar desde sus estructuras militantes una campaña que cubra las expectativas ciudadanas, en donde prevalezca la difusión sensata de ideas, el debate serio y el respeto a las diversas opciones electorales. Nada de agravios y ofensas, y sí, en cambio, la debida socialización de las metas programáticas. Para el efecto, los candidatos(as) deben sintonizar con la problemática territorial en los niveles urbano y rural, siendo coherentes con el argumento discursivo, el cual debe enmarcarse en preceptos legales, datos estadísticos y enfoques holísticos de la realidad parroquial, cantonal y provincial.

Las elecciones que se avecinan deben ratificar el anhelo democrático de nuestros entornos geográficos inmediatos, para lo cual hay que rechazar cualquier intento demagógico que pretenda persuadir a la población, con el burdo engaño de tarima o la entrega de dádivas, como impera en el estilo populista. Hay que crear condiciones para que la campaña tenga miradas creativas que provoquen en la ciudadanía interés en la práctica política. Habrá que esperar el comportamiento de los actores involucrados.

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